Noche de Halloween.



Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

“…Cuando recobré el conocimiento, me encontraba acostado en una camilla un tanto alta, al sentarme,  mis piernas quedaron colgando, sin siquiera tocar el suelo. Todo era demasiado oscuro, más de lo normal,  no podía ver nada, ni siquiera mis propias manos cuando las acerque a mi rostro.  Mientras me levantaba, una extraña sensación de dejadez y un intenso dolor en mis extremidades, imposibilitaban la labor, mis piernas no respondían.  Mi cerebro daba vueltas dentro de mi cráneo,  debo estar bajo los efectos de alguna droga...
Como pude caminé hasta dar con una de las paredes de la oscura habitación donde me encontraba, se podía escuchar un extraño zumbido que parecía provenir de las frías paredes. Casi arrastrándome y ayudado por mis manos, recorrí y examiné las paredes del lugar, tratando de dar con el interruptor de la luz, pero fueron en vano todos mis esfuerzos. ¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este?  ¿Cómo llegue aquí…?
 Seguía recorriendo las paredes de la habitación, cuando pude percatarme de la puerta de la entrada, inmediatamente tome la manilla sin pensarlo y tire para abrirla;  para mi sorpresa la puerta no tenía el seguro. Al abrir, se dejó escuchar un aterrador rechinar, que por un segundo opacó el intenso y extraño zumbido que comprimía el lugar, dejando ver a oscuras, un gélido, desolado y tenebroso pasillo, un poco más claro que la habitación anterior, con extraños vitrales en lo más alto de una de sus paredes, que permitían filtrar la oscuridad de la noche y el audaz brillo de la luna, que de momentos se apagaba por algunas nubes. Varias puertas en ambos lados de sus paredes, se encontraban cerradas con llave… el intenso zumbido se dejaba escuchar con estresante agudeza, a medida que me acercaba al arco de la puerta –abierta- en el final del pasillo.
 Al llegar a ella, una sorprendente parvada de murciélagos salió de la habitación, despertando en mi un susto aterrador y un incipiente escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, erizando cada hebra de mi ser. Revolotearon en círculos, postrándose sobre mí,   emitiendo extraños sonidos, que no me permitieron más respuesta que hundirme en el suelo bajo mis pies, para –seguro- después de unos segundos -que para mí parecieron horas- verlos salir por los extraños vitrales… y arrastrándome, entré, en la siguiente habitación, que en la oscuridad parecía ser un gran salón o una sala, los pisos sucios de polvo y las telarañas en todos los lugares, me hacían entender, que no estaba habitada. Pero ¿Cómo llegue aquí? ¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este…? 
Se podía divisar las formas de unas deterioradas escaleras, semicirculares -que seguramente, alguna vez, han de haber sido grandiosas- que llevaban al nivel más alto de este lugar, donde había un pequeño balcón –interno- con la mitad de sus barandas; seguía mareado y la acción con los murciélagos, había acrecentado los dolores en mi cuerpo; de inmediato pude distinguir lo que parecían las puertas de salida, de este tétrico lugar.
Con todas las fuerzas dentro de mí ser, intenté levantarme y correr,  huir de este espeluznante lugar -al que nunca sabré, cómo llegué- y  seguro lo lograría.  Estaba solo a unos metros de sujetar las manillas de la puerta, cuando los estruendosos y escalofriantes gritos de terror de una mujer, se escucharon en el lugar, haciendo nuevamente que las hebras de mi cuerpo reaccionaran de manera instintiva. No pude evitar voltear hacia la parte de arriba de las escaleras, hacia el pequeño balcón, con la mitad de barandas…
¿Katrina? ¡Oh Dios mío! Katrina; ¡Sí! estaba con ella, estábamos juntos; ya comienzo a recordar…   salíamos de esa fiesta de Halloween, dimos el aventón a esa extraña pareja… ¡Oh Dios! ¡Dios! Katrina…
Sin pensarlo siquiera, y por una instantánea reacción, me gire hacia las deterioradas escaleras. Suavemente comencé el ascenso por ellas. La somnolencia  de mi estado, me seguía impidiendo reaccionar  con más entereza y esmero...
 Una vez arriba, como por arte de magia, por cosas de Dios, del destino o de la malvada persona que aquí nos trajo, cesaron los gritos.
Estando arriba, a espaldas del pequeño balcón, podía divisar una pequeña estancia y una gran puerta cerrada, cubierta por incontables telarañas y polvo, que reflejaba no había sido abierta en -millones de- años. Acerque mi oreja a ella, tratando de escuchar algo dentro de su interior, solo el zumbido, que cada vez era más intenso. Para luego agacharme y tratar de ver por el orificio de la cerradura, se podía ver la luz, de lo que parecían ser velas... No se veían personas… y la puerta estaba cerrada.
Dando golpecitos suaves a la puerta, llamé a Katrina, sin obtener respuesta. 
Me encontraba muy confundido,  exploré toda la pequeña estancia, tratando de conseguir,  algún material que me sirviera para abrir la puerta y en ese preciso instante se escuchó –con claridad- el rechinar de las puertas de abajo.
Acostado en el suelo, observé hacia abajo, por el pequeño balcón, un enorme perro negro, entró con celeridad y arrogancia, olfateando por todos los rincones del gran salón hasta llegar a las escaleras. Aguantaba mi respiración y cerraba los ojos, pidiéndole a Dios, que ese animal no subiera…  ruegos que fueron en vano. 
En solo segundos tenía esos enormes y brillantes ojos rojos, acompañados de afilados y blancos colmillos, enfrente de mí… 
Se lanzó sobre mí, y por instinto de supervivencia, trate de defenderme con mis brazos… me sentí caer…
Para despertarme con un sobresalto en la seguridad y tranquilidad de mi cama, aun con el corazón acelerado y sudando frío por la terrible pesadilla que acababa de tener….
Necesitaba asearme y lavarme la cara. Me dirigí al cuarto de baño de mi habitación, la puerta estaba trabada desde adentro, mientras la luz permanecía encendida, busque las llaves entre mis cajones.  Y con gran esfuerzo, pude destrabar y abrir la puerta, para conseguir en el suelo el cuerpo desnudo y ensangrentado de Katrina… 

Felices Fiestas de Halloween.


Gracias por leer Las Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Gracias por leerme. 
Dios te Bendiga.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….
Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…
                                                            


Renacer.


Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Algarabía de esperanza
¡Tristeza que vas huyendo!

Con antifaz de belleza,
Creaste en tus días tormentos.
¡Hoy de ti no queda nada!
Mucho menos un lamento.

Dignificada,
 Y de entre las brazas
Logró resurgir de nuevo.

Superó las adversidades
Que aprisionaron sus sueños.
Desvaneciendo las amarguras,
Que alguna vez le afligieron.

Se entregó a nuevos días y
Volvió a conquistar los cielos,
Con mesura y con valentía,
Desterrando todos sus miedos.

La vida le dio las alas,
Para elevarse muy lejos…
Vuela Libre, Vuela alto
¡No concedas más encierros!

Algarabía de esperanza

¡Tristeza que vas huyendo!



Gracias por leer Las Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Gracias por leerme. 
Dios te Bendiga.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….
Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…




Secuestro Express.

Ultima parte.


Sucedió en una ciudad ficticia, en algún país artificial.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


            El cansancio estaba presente entre los miembros del círculo, algunas mujeres llegaron a la estación de servicio conduciendo las motocicletas de sus parejas…  Una vez, en la estación de servicio CFPA, se podía notar el agotamiento y el desgaste físico, aunque mucha alegría y emoción por la actividad culminada.
           
            Luego, por ser horas de la noche no quedaba mucho tiempo para despedidas, los motociclistas salieron en diferentes direcciones, cada uno buscando su hogar.
           
             John,  -preguntó- a Ana ¿si ella quería conducir...? Quien afirmó con seguridad, que sí.  Y sentándose tras el volante, encendió la motocicleta  sin dudar.

            _ ¡Vámonos mi amor!, estoy muy cansada y mañana hay que trabajar. –Dijo- Ana, despidiéndose del resto que aguardaban en el lugar.
           
            John, levantó uno de sus brazos, en señal de agradecimiento hacia el resto del grupo, y se despidió, para subir a la motocicleta abrazando a Ana, que de inmediato salió de la estación de servicio, incorporándose a la autopista sin titubear. Uno a uno adelantaba vehículos, sin siquiera parpadear.

              John, se sentía cómodo, por la seguridad con la que Ana conducía.

            Después de medio trayecto, a la salida de un largo túnel, en un punto estratégico del sobre ancho de la autopista, exactamente bajo un iluminado faro, pudieron divisar el punto de control,  de algún cuerpo de seguridad de este País Artificial.

 Los conductores de vehículos aminoraban la marcha, ya que el punto de control permitía –libre- solo un canal de la vía y se hacía bastante lento en transitar.  Ana, redujo la velocidad y continuó por unos instantes. Al llegar al punto de control, pudieron notar que todos los gendarmes, tenían el rostro cubierto con máscaras negras, que solo permitían ver sus ojos y portaban –potentes- armas largas.
           
            Uno de los gendarmes de inmediato le hizo señas,  dándoles  la orden de detenerse a un lado  y apagar la motocicleta... 
                   
            _Buenas noches, carné de identificación, permiso para conducir, título de propiedad del vehiculo y seguro de accidente a terceros…

            De inmediato John, sacó de la billetera entre su bolsillo todos los carnés, que le solicitaba el gendarme.

            _ ¿Los papeles de la señorita?  Ana -de inmediato- entregó la identificación.

            _ ¿La señorita no tiene el carné del permiso para conducir?
           
            _No señor. –Respondió John.

            Okey, esperen ahí  -dijo el gendarme-  guardando todos los carnés recibidos en uno de los bolsillos de su uniforme, les dio la espalda, dirigiéndose a hablar con uno de sus compañeros y dejándolos allí por un rato.

            Ana le pidió a John, que llamara por teléfono a Iván -el líder del círculo- que por ser autoridad -en otro cuerpo de seguridad, de esta Ciudad Ficticia- podría asesorarlos,  pero fue infructuoso el intento, ninguno de los teléfonos celulares, tenía batería… y se dirigió al gendarme que tenía los documentos -el cual no había dejado de seguir con la vista, para tener muy bien ubicado-  a preguntar los motivos por el cual los tenían allí. 

            _Señor disculpe, podría decirme ¿por qué estamos aquí y por qué no nos dejan continuar?
           
            _Lo que pasa señor, es que la señorita cometió una infracción al venir manejando sin el permiso correspondiente.

            _Okey, bueno, sí ese es el caso, entonces su deber es colocarnos la multa y dejarnos continuar…

            _Sí señor,  ya se la vamos a colocar, pero tendrán que acompañarnos a la estación, ya que aquí no tenemos las boletas ¡están en el comando…! Espere ahí que ya nos vamos…

            _Mi amor ¿Qué te dijo el hombre? –Preguntó Ana-  
           
            _Que esperáramos un momento que ya nos vamos, debemos acompañarlos al comando, para que me impongan una multa y listo, tranquila. 

           
            Luego de unos minutos los ocho gendarmes con los rostros cubiertos y potentes armas largas, se dividieron en dos grupos, seis de ellos abordaron dos vehículos negros -aparentemente blindados- que estaban en el lugar, los otros dos sujetos subieron a una motocicleta y les dieron la orden a John de seguir los vehículos. Estos dos hombres marchaban tras John, como si –por un momento- quisieran que se alejara del vehiculo.

            Recorrieron unos cuantos kilómetros por la transitada autopista, pasando unas y otras salidas, incluyendo la que lo dirigía a su hogar… los vehículos se orillaron a un lado de la vía, uno de los hombres bajó de uno de los vehículos,  abordando el segundo,  que de inmediato se retiró del lugar. Los hombres en la motocicleta permanecían a un lado de John,  el segundo de ellos, los apuntaba con su amenazante arma de fuego…   los hombres que habían quedado en el primer vehiculo, bajaron de este, acercándose a John y a Ana. Que bajo coacción, con  sus armas de fuego, los obligaron a descender de la motocicleta y abordar el vehiculo…  para inmediatamente andar la marcha, seguido por las motocicletas.

           Dentro del vehiculo, en el asiento trasero.  John, abrazaba y protegía a Ana, que por la conmoción del momento, se precipitó en llanto, perdiendo la calma.

           _Cállese señora  -dijo- uno de los hombres dentro del vehiculo, amenazando con el arma de fuego.

           _Les voy hablar claro, quédense tranquilos y no les va pasar nada, denme los teléfonos y los relojes…    dame la billetera –señalando- a John.

           _Mira lo que vamos hacer; son las once de la noche. Te  vas en tu moto al cajero automático y vas a sacar todo el efectivo que puedas sacar, con la tarjeta tuya y la de ella; eso lo vas hacer dos veces, ahorita y después de la media noche para volver a sacarle, luego te vas a ir a tu casa y me vas a traer todos los objetos y prendas de valor que tengas allí. Ella, se queda aquí con nosotros -como garantía- y si se te ocurre llamar a la policía o alguien, ten por seguro que ella se muere. Ellos te van a acompañar –los “gendarmes” motorizados-   les entregas todo a ellos; cuando hayas terminado,  les dices  a ellos, que me llamen, y ahí  les digo donde la dejamos para que la pases buscando a ella.

           _ ¡No! ¡No! No, me dejes aquí. –Dijo Ana con voz temblorosa y entrecortada por el llanto-

           _Cállese señora, si no quiere que la calle yo… -El “gendarme”, apuntando con el arma-  

           John -que continuaba abrazándola-  trató de tranquilizarla, levantándole el rostro con una mano y con la otra deslizándola por sobre su cabello, le profirió unas palabras de aliento “tranquila, todo va a estar bien”.   Volteó hacia al hombre que tenía el control y  preguntó _ ¿qué garantía tengo que ustedes no le van a hacer nada a ella?

           _Nosotros somos serios… si tú haces todo lo que te estoy diciendo, a ella no le va a pasar nada… vamos vete con ellos y busca la plata… para que se puedan ir tranquilos a su casa, ya te dije que a ella, no le va a pasar nada… Ya sabes,  no se te ocurra avisar a nadie…   –Respondió el hombre- 
          
           John, trato de debatir con los “gendarmes” otras maneras y formas de que ellos pudieran conciliar sus objetivos, sin tener que dejar a Ana con ellos, pero los hombres no cedieron en sus pretensiones. No tuvo más opción que encomendarse a Dios, dejar a Ana con ellos y dirigirse a hacer, lo que le estaban obligando…

           Pasadas las cuatro de la madrugada. John, esperaba –angustiado- a Ana, en una céntrica plaza de esta Ciudad Ficticia, en donde gracias a Dios, después de esperar unos instantes, la vio venir por la calle, corriendo hacia él…                
           
            _ ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? ¿Te hicieron algo?

            _No mi amor, estoy bien, estoy bien, no me hicieron nada…. Estuvieron dando vueltas, por la ciudad toda la noche. Me decían que si no llamabas me iban a matar.

            Dijo Ana sin poder contener el llanto, por el terrible momento que acababa de vivir…

            _Ya, ya todo pasó -consolando y abrazando a Ana- tranquila, ven, vámonos, gracias a Dios no nos hicieron nada, eso es lo importante…
           
            _Esos desgraciados…
           
            _Ya mi amor, ven vámonos…

            De este modo, abordaron la motocicleta y se fueron a su hogar, agradeciéndole a Dios, por haber salido ilesos de esa terrible situación.
           
             John -intrigado- solo tenía en su mente, el recuerdo de la voz, de uno de los “gendarmes motorizados”, que le acompañó, ya que bastante peculiar y familiar le resultó…


            Esta es una historia real, de las que ocurren aquí, en esta Ciudad Ficticia.


Gracias por leer Las Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Gracias por leerme. 
Dios te Bendiga.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….
Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…

Silencio…

Una ciudad ficticia, en algún país artificial.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Silencio…

En la oscuridad del vacío
Que hoy los separa,
Aún aguardan sus ojos, su risa,
Su aroma  y su mirada.

Ciertamente, no existirán palabras,
 Quimeras o instante alguno…

Es intocable,
Con las más afiladas espinas
Defiende su integridad,
Ante la más eficaz mirada,
Que la logre diferenciar.

Imperturbable,
Como las ondas del mar
Que galanteadas por las voces del viento
Coquetean con la tierra  día tras día,
Para regresar al océano,
En su más perfecta armonía…

¿Cómo tentar su esencia?
“tan asombrosa, tan radiante y alegre
 Que enaltece la vida…”

¿Cómo borrar mis rastros?
Y trazarlos otra vez,
En un furtivo sendero 
que no incite su desdén…

¿Como olvidar su aroma?
 Y su amable calidez…


          Muy en el interior... Anhelaba que sus ojos, se cruzaran una vez, con los vocablos escritos, inspirados en su ser, y que el mensaje oculto entre ellos pudiera leer… le bastaba con ser pensamiento dentro de su ser… y tal vez, tan solo, tal vez, un recuerdo vuelva a florecer…

Gracias por leerme.  Dios te bendiga. Cuídate y cuida a los tuyos…. Mi ciudad es ficticia, la tuya es real…

Secuestro Express.

4ta parte.


Sucedió en una ciudad ficticia, en algún país artificial.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


El incandescente sol abrazaba la mañana, ya la noche había terminado y los jóvenes amantes seguían acostados, regocijados entre los brazos de Morfeo, después de una incesante noche de pasión, estaban exhaustos y no se percataban del rebullicio fuera de la habitación…   hasta que el –fuerte- ruido  de alguien llamando a la puerta los despertó…

            _Señor John, señor John,  discúlpeme que lo moleste, mi hija tiene un fuerte dolor y necesitamos llevarla al centro médico ¿usted podría ayudarnos?  -dijo- la mujer, un tanto desesperada.
           
            _ ¡Claro, claro! voy, pero ¿cómo hacemos?    ¿Qué necesita? –Dijo John-
           
            _Por favor vaya allá, a donde guardó la moto, la comadre me va prestar el carro, para llevar a María…  vaya rápido por favor.

            Inmediatamente –John- salió en pantuflas –casi corriendo- a buscar el vehiculo, regresando en minutos y sin apagadlo, aparcó frente a la casa, para que abordaran la mujer, María, el niño y Ana.

            En la cara de María se podía notar el sufrimiento; con una mano en sus caderas,  la otra en el vientre, su rostro humedecido en lágrimas, no podía ni hablar, hacía terribles gestos, y llantos que manifestaban lo que estaba sintiendo. Por momentos levantaba la vista -al techo interior del vehiculo- como implorándole a Dios, que detuviera ese dolor… con las instrucciones de la mujer, en pocos instantes llegaron al centro médico; entre Ana y la mujer llevaron a María, a la sala de emergencias. John, permaneció con el niño en el auto por unos minutos, para dirigirse después, a la sala de espera donde encontró a Ana.

            Esperaron por unos minutos –media hora, más o menos- y de pronto, aproximándose por el pasillo hacia la sala de espera... Se dejó ver –María- venia caminando despacio, tranquila y serena, sin muestras de ningún dolor, relajada y quizás un poco apenada… en compañía de su madre, que de inmediato agradeció -a John-  por la ayuda prestada y le pidió devolverles a casa.

            John y Ana, se miraron –sorprendidos- entre ellos no entendían lo que sucedía, y como después de ver a María, gritar y llorar de dolor aun continuara embarazada…

            Durante el trayecto de regreso, la mujer no paraba de hablar. Y agradeciendo a Ana y a John, les explicó lo que sucedió.

            _Ay señor, que pena con ustedes, y de verdad gracias por colaborarnos, ¿ustedes pensaban que mi hija estaba pariendo? Yo también lo creí al comienzo, hasta que ella me dijo que no había podido ir al baño desde hace varios días,  -es que ella es estítica-  y como ayer se puso a comer conservas de coco… se tapó…  complicada con el embarazo, no podía tomar laxantes…    el doctor la mando a comer mucha fibra;  y nada de conservas coco…

            Bromearon y rieron todo el trayecto hasta llegar nuevamente a la casa, la mujer les preparó un suculento desayuno, mientras recogían sus pertenencias… luego de comer, se despidieron de María y del niño, para abordar el vehiculo en compañía de la mujer y devolverlo a la casa de Mireya, en donde está  aparcada, la motocicleta…
           
            El cielo despejado y sin nubes permitía que los incesantes rayos del sol se sintieran en su máxima expresión, siendo las nueve de la mañana –pasadas- el calor hacia mella entre las personas que no están acostumbradas a estas temperaturas.  -John y Ana- recibiendo la brisa fresca de la costa, abordo de la motocicleta, nuevamente cruzaban el elevado puente con dirección a las playas, buscando a los miembros del círculo, las motocicletas y el alboroto… primero divisaron a Carlos, quien les dijo en donde estaban Iván, Aurys, “Chuito”,  La Nena y los demás… no les fue difícil encontrarlos y al llegar se dieron cuenta, que quienes permanecieron allí la noche entera se encontraban desgastados, sin fuerzas, sin ánimos; mientras que algunos conservaban el ánimo, igual que el día anterior.
           

           
Ana -más precavida que ayer- intuitivamente buscó las sombras, que nos obsequia la vegetación de estos hermosos paisajes, sin exponerse tanto a los rayos del sol…   disfrutaron el día como nunca antes.  Cuando llegaron las cuatro de la tarde, las exhibiciones, competencias, acrobacias y piruetas habían terminado y muchos pensaban en abandonar su –apacible- vida diaria, para caminar errantes, junto a la orilla del mar...
            Por sobre el elevado puente que comunica el gran cayo con el pueblo, cruzaban cientos de motociclistas, que habían hecho presencia en el festival, desde todas las regiones y lugares de este País Artificial... Colmaron el pequeño pueblo en minutos, con sus increíbles caballos de acero desfilaron al compás del rugido de sus motores.

            El sol comenzaba a sumergirse en las recónditas aguas, de la inmensidad del mar, obsequiando una majestuosidad de colores en el cielo, que jamás podrán olvidar.

            Despedirse de esas tierras, fue algo verdaderamente difícil. -Dos días maravillosos… compartiendo con muchas personas, de diferentes círculos motoristas de este País Artificial-…. 

            El punto de encuentro seria, la estación de combustible en las afueras del pueblo… John, Ana y los demás, estuvieron listos, en el lugar, para comenzar el recorrido de regreso a esta, nuestra ciudad.  Después de abrazos, estrechones de manos y besos. Iván volvió a comandar la salida…

            La oscuridad había llegado. –John, Ana y los demás- recorrieron sin cesar las vías de regreso, deteniéndose tan solo una vez durante el trayecto, ansiosos por llegar a sus hogares en esta Ciudad Ficticia.  Luego de tres horas, nuevamente estaban en el mismo lugar, donde el día anterior habían iniciado la aventura. La estación de servicio CFPA, en la frontera de este estado, a veintisiete kilómetros de distancia de su hogar.


Capitulo final, próximo lunes (…)                                              

                                   
             
Gracias por leerme.  Dios te bendiga. Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares…. Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…

Secuestro Express.

3ra parte.


Sucedió en una ciudad ficticia, en algún país artificial.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.



               John salió de la habitación, caminó  un estrecho y largo pasillo hasta llegar a la escalera en forma de ele, por donde había subido antes, descendió por ella llegando a una amplia y bien iluminada sala, que desde el techo le colgaba -bien centrada- una lámpara de vidrio o cristal, que distribuía muy bien la claridad en todo el espacio; bajo  ella, unos viejos muebles verdes, que hacían juego con dos butacas pequeñas y de igual color, favorecidos con una pequeña mesa de madera y vidrio entre ellos; sobre la cual, reposaban  varias revistas de marinas… y algunos periódicos viejos. En la pared frente a ellos, al lado de la puerta de entrada, un televisor enmarcado. En el mueble –más grande- un niño, que no había notado antes, cuando ingresó; sería el estupor del momento, la algarabía que sintió al encontrar un refugio para esa noche, o quizás  no estaba allí… tumbado en el mueble, el niño –ensimismado- observaba dibujos animados en la televisión, se podía notar la alegría y el entusiasmo en sus ojos, por lo que estaba mirando, no notó la presencia del extraño.

            Hacia el otro lado, dos puertas de madera cerradas, lo que lo hizo suponer habitaciones, hacia la esquina interna, la barra de un bar de madera de roble pulida…  Se detuvo frente a esta, buscando con los ojos, a la mujer que le había atendido antes, no había nadie, la persona que le dio el ingreso no estaba, observó al niño, y no le quedó otra, que traerlo de regreso, sacándolo del trance en el cual se encontraba inmerso.
           
            _Niño ¿y la señora?  -preguntó John-

            _Aahh.

            _La señora… ¿tu mamá?

            _Está afuera señor.
           
            Gracias niño. –Dijo John- retirándose hacia la puerta, que se encontraba abierta, observación que sorprendió a John,  ya que en su Ciudad Ficticia, en este, su País Artificial que la puerta principal de una vivienda permanezca abierta pasada las ocho  y media de la noche,  es imposible…  no es un hotel, ni una posada, es una vivienda familiar, donde en ocasiones, rentan habitaciones a turistas… 
           
            John se acercó a la mujer, solicitándole ayuda, para lograr ubicar la farmacia con mayor facilidad y preguntarle por un sitio –estacionamiento- donde poder guardar la motocicleta esa noche, quien amablemente le explicó,  y dijo.

             _Déjeme hablar con Mireya –una vecina- a ver si puede guardarla allí esta noche.  

            María –gritó- la señora hacia dentro de la casa, y una de las puertas de madera se abrió, saliendo de allí una joven muchacha, morena de cabello negro, con una enorme barriga, por estar embarazada.
           
            _ ¿Qué Mamá…?
           
            _Mi`ja, llama a Mireya  y pregúntele si puede guardar una moto allí esta noche, por favor.  
            _Voy  mamá, en un minuto…  
           
            _Gracias señora. –Dijo John-
           
            _Vaya mi`jo, cuando venga, vemos si guarda la moto en casa e` Mireya o en otro lado no se preocupe por eso…

            John, haciendo caso a la mujer, subió a la motocicleta dirigiéndose en el sentido que ella señaló.
           
             La noche estaba oscura, la calle iluminada tenuemente por las luces naranja de farolas –excesivamente- altas a ambos lados, verdaderamente distanciadas permitían apreciar la claridad de las luces blancas de la motocicleta de John y el sonido del motor se escuchaba con igual claridad, alejándose, alcanzó  el final de la calle, se pudo distinguir con precisión las luces de la motocicleta girando y desapareciendo a la izquierda. Esta es una de las últimas calles o veredas internas del pueblo. –John- se ubico rápidamente en la principal, salió a la vía, en dirección al siguiente pueblo, a buscar la farmacia…

            En menos de media hora, por la misma esquina se escuchó nuevamente el sonido del motor de la motocicleta y las luces blancas iluminaron la calle.  -John, estaba de regreso-. Encontró a Ana y a la mujer afuera de la casa -en el mismo lugar en donde antes la había dejado- sentadas en sillas de mimbre,  conversando simplemente y de lo más natural. 

            _Mi amor. ¿Por qué tardaste tanto? –Dijo Ana-
           
            _Tuve que esperar por la comida. ¿Cómo te sientes? 

            _Bien, bien, pero tengo calor y siento el cuerpo hirviendo.

            _ ¿Tendrás fiebre? –Pregunto John-

            _No, mi amor la señora me prestó un termómetro, no tengo fiebre. Afirmó Ana, mirando a la señora, quien aprobó con un movimiento de cabeza.  

            _ ¡Señor! ya hablamos para que guarde la moto,  ¡si la van aguardar! ¿Podríamos ir de una vez? Antes que se haga mas tarde y se acuesten a dormir; eso no es un estacionamiento, es la casa del suegro de mi hija, allí siempre se duermen temprano.

            _Si señora, vamos de una vez… Toma mi amor. Extendiéndole a Ana, la bolsa cargada  con lo comprado para comer y beber, al igual que la de la farmacia  -cremas frías hidratantes y suero oral-   Venga señora, súbase… -dijo John-

            _No mi`jo, ¡yo no subo a esa cosa! y me disculpa, pero no me gustan las motos… si usted quiere se adelanta, yo voy caminando, es en la calle de atrás mas o menos a esta misma altura, una casa rosada… que tiene un portón azul.
           
            _No se preocupe señora, yo voy a su lado. –Respondió John-

            _Voy con ustedes. –Sugirió Ana, de inmediato-.

            La mujer guardó las sillas en el pequeño porche principal de la casa, cerró la reja de afuera, dejando abierta la puerta -cualquier persona que por allí caminara, fácilmente podría mirar hacia dentro de la casa-  los tres se fueron caminando juntos. John empujaba la motocicleta –apagada- mientras las dos mujeres conversaban; en unos minutos estaban frente al portón de la casa rosada;  la señora  llamaba con fuerza “Mireya” “Mireya”…   desde adentro se escuchó la voz de una mujer responder.
           
            _Ahí voy, ahí  voy… ya escuché…

            Inmediatamente el portón de la casa se abrió, una mujer de mediana estatura y avanzada edad saludo a la mujer, a John y a Ana…  luego de acordar y pagar una  cantidad de simples (moneda oficial de este País Artificial) lo invitó a pasar la motocicleta y estacionarla en  frente de un vehículo de los años setenta que allí se encontraba.

            Dejando la motocicleta, se despidieron de la señora y se retiraron, caminando los tres por el mismo lugar,  por donde habían venido antes…   
           
            De nuevo en la casa de la mujer -John y Ana-  se retiraron a la habitación, aunque la mujer –amablemente- le concedía comer en la mesa, a lo que John se excusó, aludiendo estar cansado y querer ducharse…
             
Sentados a la orilla de la cama –ya duchados- con el televisor encendido, sin prestarle mucha atención, comían y conversaban sobre lo fantástico que les había resultado el día, el recorrido en la motocicleta, los distintos paisajes, las exhibiciones, las competencias, las increíbles y cristalinas aguas de estas playas y sobre todo la excelente hospitalidad que brinda esta gente a los turistas...

            _Mi amor ¿ves esta casa? Esta era la habitación  del hijo mayor de la señora,  que se casó  y se mudo a otro estado, ellos la acondicionaron, para rentarla a parejas que no consiguen posada; vive aquí con su esposo, sus dos hijos –la muchacha y el niño-  y su yerno, el esposo y el yerno de la señora son marineros y ahorita están en alta mar...

            _Ósea que ahorita están solos ellos tres. –Dijo John- Menos mal que aquí no es tan peligroso, como en nuestra Ciudad Ficticia… Y con razón la señora es tan conversadora…

            _Si, bueno con nosotros, ella me estaba contando que aparte de ayudarlos un poco –económicamente- también les hacemos compañía;  me hablo muchas cosas, sobre el pueblo, su historia y otras tantas mas; y la muchacha también conversó un rato conmigo, me dijo que tenía treinta y siete semanas de embarazo,  que va a tener varón y su esposo está trabajando muy duro, para también salir y mudarse del pueblo, inclusive me ofreció conserva de coco, me comí una, no quise despreciarla, me parecen  buenas personas.  

            John, respondió a Ana, afirmando que a el también le parecían buenas personas...  y se levanto de cama, recogiendo los envase de comida –vacíos-  y depositándolos en la papelera en el cuarto de baño, se aseo y cedió el lugar a Ana, quien lo seguía.  Apagó la luz de la habitación y se acostó en la cama -medio- observando la televisión. Ana, salió del cuarto de baño y preguntó a John si estaba cansado, si tenía sueño, como para que le aplicara en el cuerpo un poco de crema fría…  proposición que no rechazó, ni dudó por un segundo.

            Ana se quitó la franela, dejando sus pechos –desnudos- a la vista de John y se acostó boca abajo en la cama... John, se arrodilló a un lado de ella, le aplicó un poco de crema en la espalda y con sus firmes manos comenzó  a frotarla, con seguridad y delicadeza, en círculos, arriba, abajo, a los lados, primero un costado y luego en el otro, así continuó por varios minutos. Ana, se sentía complacida, con los ojos cerrados, se centraba en sentir las manos y dedos de su amante, recorriendo su espalda, su cuello, sus brazos…  en ese preciso momento, sintió cuando John, le bajó el pantalón del pijama, descubriendo que no llevaba ropa interior; ella lo dejó seguir, no dijo nada, con un ágil movimiento lo ayudó; de inmediato sintió la crema fría sobre la parte alta de sus glúteos, sensación que le hizo realizar un pequeño movimiento de salto y reír,  para nuevamente sentir las cálidas y firmes manos de John, acariciando sus glúteos, la parte trasera de los muslos y las finas piernas completas, hasta llegar a los pies…  Ana se volteó enseguida, disfrutando la emoción que estaba sintiendo, tomó la crema y se aplicó  una línea completa en el pecho, desde la separación de los senos hasta más arriba del ombligo.  John, le acarició  suavemente los senos, esparciendo la crema  entre ellos, la barriga y el vientre.., entre sus manos tomó una de las piernas, levantándola un poco para  poder frotar con la crema, ambos lados de ellas.

            Ana, abrió lo ojos y mirando fijamente a John le extendió los brazos  invitándolo a acercarse, quien aceptó gustosamente, para en un sin igual momento de atracción y deseo besarle. Y –después- complementar sus cuerpos y almas, en una extraordinaria noche de pasión…     

           

Continuara, próximo jueves (…)

                       
             

Gracias por leerme.  Dios te bendiga. Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares…. Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…