Secuestro Express.

3ra parte.


Sucedió en una ciudad ficticia, en algún país artificial.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.



               John salió de la habitación, caminó  un estrecho y largo pasillo hasta llegar a la escalera en forma de ele, por donde había subido antes, descendió por ella llegando a una amplia y bien iluminada sala, que desde el techo le colgaba -bien centrada- una lámpara de vidrio o cristal, que distribuía muy bien la claridad en todo el espacio; bajo  ella, unos viejos muebles verdes, que hacían juego con dos butacas pequeñas y de igual color, favorecidos con una pequeña mesa de madera y vidrio entre ellos; sobre la cual, reposaban  varias revistas de marinas… y algunos periódicos viejos. En la pared frente a ellos, al lado de la puerta de entrada, un televisor enmarcado. En el mueble –más grande- un niño, que no había notado antes, cuando ingresó; sería el estupor del momento, la algarabía que sintió al encontrar un refugio para esa noche, o quizás  no estaba allí… tumbado en el mueble, el niño –ensimismado- observaba dibujos animados en la televisión, se podía notar la alegría y el entusiasmo en sus ojos, por lo que estaba mirando, no notó la presencia del extraño.

            Hacia el otro lado, dos puertas de madera cerradas, lo que lo hizo suponer habitaciones, hacia la esquina interna, la barra de un bar de madera de roble pulida…  Se detuvo frente a esta, buscando con los ojos, a la mujer que le había atendido antes, no había nadie, la persona que le dio el ingreso no estaba, observó al niño, y no le quedó otra, que traerlo de regreso, sacándolo del trance en el cual se encontraba inmerso.
           
            _Niño ¿y la señora?  -preguntó John-

            _Aahh.

            _La señora… ¿tu mamá?

            _Está afuera señor.
           
            Gracias niño. –Dijo John- retirándose hacia la puerta, que se encontraba abierta, observación que sorprendió a John,  ya que en su Ciudad Ficticia, en este, su País Artificial que la puerta principal de una vivienda permanezca abierta pasada las ocho  y media de la noche,  es imposible…  no es un hotel, ni una posada, es una vivienda familiar, donde en ocasiones, rentan habitaciones a turistas… 
           
            John se acercó a la mujer, solicitándole ayuda, para lograr ubicar la farmacia con mayor facilidad y preguntarle por un sitio –estacionamiento- donde poder guardar la motocicleta esa noche, quien amablemente le explicó,  y dijo.

             _Déjeme hablar con Mireya –una vecina- a ver si puede guardarla allí esta noche.  

            María –gritó- la señora hacia dentro de la casa, y una de las puertas de madera se abrió, saliendo de allí una joven muchacha, morena de cabello negro, con una enorme barriga, por estar embarazada.
           
            _ ¿Qué Mamá…?
           
            _Mi`ja, llama a Mireya  y pregúntele si puede guardar una moto allí esta noche, por favor.  
            _Voy  mamá, en un minuto…  
           
            _Gracias señora. –Dijo John-
           
            _Vaya mi`jo, cuando venga, vemos si guarda la moto en casa e` Mireya o en otro lado no se preocupe por eso…

            John, haciendo caso a la mujer, subió a la motocicleta dirigiéndose en el sentido que ella señaló.
           
             La noche estaba oscura, la calle iluminada tenuemente por las luces naranja de farolas –excesivamente- altas a ambos lados, verdaderamente distanciadas permitían apreciar la claridad de las luces blancas de la motocicleta de John y el sonido del motor se escuchaba con igual claridad, alejándose, alcanzó  el final de la calle, se pudo distinguir con precisión las luces de la motocicleta girando y desapareciendo a la izquierda. Esta es una de las últimas calles o veredas internas del pueblo. –John- se ubico rápidamente en la principal, salió a la vía, en dirección al siguiente pueblo, a buscar la farmacia…

            En menos de media hora, por la misma esquina se escuchó nuevamente el sonido del motor de la motocicleta y las luces blancas iluminaron la calle.  -John, estaba de regreso-. Encontró a Ana y a la mujer afuera de la casa -en el mismo lugar en donde antes la había dejado- sentadas en sillas de mimbre,  conversando simplemente y de lo más natural. 

            _Mi amor. ¿Por qué tardaste tanto? –Dijo Ana-
           
            _Tuve que esperar por la comida. ¿Cómo te sientes? 

            _Bien, bien, pero tengo calor y siento el cuerpo hirviendo.

            _ ¿Tendrás fiebre? –Pregunto John-

            _No, mi amor la señora me prestó un termómetro, no tengo fiebre. Afirmó Ana, mirando a la señora, quien aprobó con un movimiento de cabeza.  

            _ ¡Señor! ya hablamos para que guarde la moto,  ¡si la van aguardar! ¿Podríamos ir de una vez? Antes que se haga mas tarde y se acuesten a dormir; eso no es un estacionamiento, es la casa del suegro de mi hija, allí siempre se duermen temprano.

            _Si señora, vamos de una vez… Toma mi amor. Extendiéndole a Ana, la bolsa cargada  con lo comprado para comer y beber, al igual que la de la farmacia  -cremas frías hidratantes y suero oral-   Venga señora, súbase… -dijo John-

            _No mi`jo, ¡yo no subo a esa cosa! y me disculpa, pero no me gustan las motos… si usted quiere se adelanta, yo voy caminando, es en la calle de atrás mas o menos a esta misma altura, una casa rosada… que tiene un portón azul.
           
            _No se preocupe señora, yo voy a su lado. –Respondió John-

            _Voy con ustedes. –Sugirió Ana, de inmediato-.

            La mujer guardó las sillas en el pequeño porche principal de la casa, cerró la reja de afuera, dejando abierta la puerta -cualquier persona que por allí caminara, fácilmente podría mirar hacia dentro de la casa-  los tres se fueron caminando juntos. John empujaba la motocicleta –apagada- mientras las dos mujeres conversaban; en unos minutos estaban frente al portón de la casa rosada;  la señora  llamaba con fuerza “Mireya” “Mireya”…   desde adentro se escuchó la voz de una mujer responder.
           
            _Ahí voy, ahí  voy… ya escuché…

            Inmediatamente el portón de la casa se abrió, una mujer de mediana estatura y avanzada edad saludo a la mujer, a John y a Ana…  luego de acordar y pagar una  cantidad de simples (moneda oficial de este País Artificial) lo invitó a pasar la motocicleta y estacionarla en  frente de un vehículo de los años setenta que allí se encontraba.

            Dejando la motocicleta, se despidieron de la señora y se retiraron, caminando los tres por el mismo lugar,  por donde habían venido antes…   
           
            De nuevo en la casa de la mujer -John y Ana-  se retiraron a la habitación, aunque la mujer –amablemente- le concedía comer en la mesa, a lo que John se excusó, aludiendo estar cansado y querer ducharse…
             
Sentados a la orilla de la cama –ya duchados- con el televisor encendido, sin prestarle mucha atención, comían y conversaban sobre lo fantástico que les había resultado el día, el recorrido en la motocicleta, los distintos paisajes, las exhibiciones, las competencias, las increíbles y cristalinas aguas de estas playas y sobre todo la excelente hospitalidad que brinda esta gente a los turistas...

            _Mi amor ¿ves esta casa? Esta era la habitación  del hijo mayor de la señora,  que se casó  y se mudo a otro estado, ellos la acondicionaron, para rentarla a parejas que no consiguen posada; vive aquí con su esposo, sus dos hijos –la muchacha y el niño-  y su yerno, el esposo y el yerno de la señora son marineros y ahorita están en alta mar...

            _Ósea que ahorita están solos ellos tres. –Dijo John- Menos mal que aquí no es tan peligroso, como en nuestra Ciudad Ficticia… Y con razón la señora es tan conversadora…

            _Si, bueno con nosotros, ella me estaba contando que aparte de ayudarlos un poco –económicamente- también les hacemos compañía;  me hablo muchas cosas, sobre el pueblo, su historia y otras tantas mas; y la muchacha también conversó un rato conmigo, me dijo que tenía treinta y siete semanas de embarazo,  que va a tener varón y su esposo está trabajando muy duro, para también salir y mudarse del pueblo, inclusive me ofreció conserva de coco, me comí una, no quise despreciarla, me parecen  buenas personas.  

            John, respondió a Ana, afirmando que a el también le parecían buenas personas...  y se levanto de cama, recogiendo los envase de comida –vacíos-  y depositándolos en la papelera en el cuarto de baño, se aseo y cedió el lugar a Ana, quien lo seguía.  Apagó la luz de la habitación y se acostó en la cama -medio- observando la televisión. Ana, salió del cuarto de baño y preguntó a John si estaba cansado, si tenía sueño, como para que le aplicara en el cuerpo un poco de crema fría…  proposición que no rechazó, ni dudó por un segundo.

            Ana se quitó la franela, dejando sus pechos –desnudos- a la vista de John y se acostó boca abajo en la cama... John, se arrodilló a un lado de ella, le aplicó un poco de crema en la espalda y con sus firmes manos comenzó  a frotarla, con seguridad y delicadeza, en círculos, arriba, abajo, a los lados, primero un costado y luego en el otro, así continuó por varios minutos. Ana, se sentía complacida, con los ojos cerrados, se centraba en sentir las manos y dedos de su amante, recorriendo su espalda, su cuello, sus brazos…  en ese preciso momento, sintió cuando John, le bajó el pantalón del pijama, descubriendo que no llevaba ropa interior; ella lo dejó seguir, no dijo nada, con un ágil movimiento lo ayudó; de inmediato sintió la crema fría sobre la parte alta de sus glúteos, sensación que le hizo realizar un pequeño movimiento de salto y reír,  para nuevamente sentir las cálidas y firmes manos de John, acariciando sus glúteos, la parte trasera de los muslos y las finas piernas completas, hasta llegar a los pies…  Ana se volteó enseguida, disfrutando la emoción que estaba sintiendo, tomó la crema y se aplicó  una línea completa en el pecho, desde la separación de los senos hasta más arriba del ombligo.  John, le acarició  suavemente los senos, esparciendo la crema  entre ellos, la barriga y el vientre.., entre sus manos tomó una de las piernas, levantándola un poco para  poder frotar con la crema, ambos lados de ellas.

            Ana, abrió lo ojos y mirando fijamente a John le extendió los brazos  invitándolo a acercarse, quien aceptó gustosamente, para en un sin igual momento de atracción y deseo besarle. Y –después- complementar sus cuerpos y almas, en una extraordinaria noche de pasión…     

           

Continuara, próximo jueves (…)

                       
             

Gracias por leerme.  Dios te bendiga. Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares…. Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario