Mazmorras.

Ultima parte


Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

(…) En una de las mesas, un niño de unos once años de edad –aproximadamente-  es quien dirige las apuestas. Al observarme entrar,  elevó sus gritos y ofrendas de premios en las apuestas, como invitándome a participar.

Por unos segundos, los recuerdos de un pasado doloroso invadieron mi alma, hundiéndome rápido y sin respuesta alguna, en los sinfines más oscuros y olvidados de mi memoria.  En donde las imágenes de un niño huérfano que luchaba por sobrevivir en un mundo perfecto, solo recibía la mayor de las indiferencias.
Debatiendo en mi interior sobre mis valores y lo aprendido a través de los años en esta vida, no me quedó más nada que huir, salir de esa pequeña habitación convertida en casino; con la mirada perdida, hurgando el suelo delante de mí, realizándome una serie de cuestionamientos que no podría descifrar jamás. Para dirigirme nuevamente a la mesa que está afuera del local.
Sentándome nuevamente a  la mesa, donde había dejado la botella de agua, permanecí perdido, abstraído por unos instantes, disipando la vista en los vehículos que transitaban por el lugar y en la hermosa flor lila en el centro de la mesa; con mi dedo pulgar bajo mi barbilla, cerrando tres dedos frente a mis labios y el dedo índice apuntando mi sien, me seguía cuestionando por la terrible escena que acababa de ver.
«Acaso ¿no son los niños -y las futuras generaciones-  el motivo principal de la existencia, subsistencia y evolución de la humanidad? ¿Quién no podría decir que los niños y  niñas son  -por mucho- el grupo más noble e indefenso que existe y podemos encontrar en toda la faz de la tierra? Cuántas veces nos hemos topado con frases como:“No dejes morir al niño que hay en ti” o “Todos llevamos un niño por dentro”…  ¿Es que la alegría y la inocencia que transmiten los ojos de una  niña o de un niño, al quitar las envolturas del regalo que encuentran a los pies de un mágico árbol de navidad, no son acaso suficientes para alegrar una vida?... De no haber sido por la maravillosas personas que me adoptaron ¿Qué habría sido de mi vida?  »
En ese preciso instante se acercó la mujersacándome de mi letargo, con el agradable y apetecible plato de comida que había solicitado antes y una nueva botellita de agua. Mientras comía  agradecía a Dios en silencio  por haber puesto en mi camino  las maravillosas personas que  me criaron.
Al terminar pedí amablemente a la señora que se acercara, para agradecer por la esmerada atención y por tan buena comida. Aprovechando a pedir tres platillos, completamente iguales, para llevar. (Quería que Rebeca y mis –amigas- abogadas, probaran tan suculento mezcla de sabores, de la cual creo, deben estar acostumbradas) 
Luego de unos minutos, tomé las bolsas plásticas, que la señora había dispuesto, con los platillos para llevar. Me dirigí a mi vehículo, aparcado frente al local; lo veía muy bien desde la silla donde me encontraba.
Una vez adentro del vehículo. Observando a la señora que me había atendido, abrí nuevamente la puerta y salí rápidamente, para dirigirme a ella.
—Señora, discúlpeme la molestia, yo sé que es un abuso de mi parte lo que le voy a decir. Pero, ¿usted cree que pueda regalarme o venderme una de esas hermosas flores que crecen en su jardín?
La mujer me miró, frunciendo el ceño y luego elevando sus cejas por la pregunta que acababa de oír, mientras envolvía sus manos en el delantal que traía puesto para con una leve sonrisa decir:
—Ah, sí señor, no se preocupe, deme un minuto. Ya busco una tijera y le corto una para que se la lleve a su amada.
— ¡Ah! No, no señora, no es para mi amada. Es para mi hija… mi hija adoptiva, una hermosa niña de diez años, que por fin, el día de hoy, el tribunal aceptó entregarme en custodia.
— ¡Ah pues! entonces le cortaré una de las más grandes y de las más hermosas que crecen en este jardín. –Dijo la mujer, con una agradable sonrisa, mostrando su amabilidad‒  Para que cuando esa niña lo vea llegar con esa flor, salte de la emoción.
— ¡Gracias señora! En verdad, se lo agradezco. […]
Saciada mi sed. Con el estómago lleno. Comida, para no llegar con las manos vacías y la hermosísima flor lila a mi lado. Me encontré nuevamente transitando  por la pequeña avenida; ansioso, contento por el cambio tan grande que se avecinaba en mi vida, aunque también un poco ofuscado por:



“La infancia pérdida,
De aquel niño en esa taguara,
Gritando frente a una mesa
de envite y azar”.



Sin darme cuenta, absorto en mis pensamientos y por inercia, llegué ala casa de abrigo. Donde una amable mujer, que vestida de sotana sirve muy bien a Dios, me dio la bienvenida; guiándome por los pasillos de la casa hasta llegar a la oficina de la directora. Encontrándola acompañada por las abogadas y por Rebeca, que al verme, corrió y de un salto se encaramó en mi cuello, para con un beso en la mejilla y un grito en el oído, saludarme haciendo su pregunta habitual: “Iván, Iván,¿qué me trajiste?”
Con la alegría que embarga el momento, le propine un beso en la frente y le entregue la hermosa flor que ocultaba a mi espalda, la cual, aceptó con infinita bondad, sumiendo sus ojos en la fragilidad del encanto de su color. -A pesar de ser de estas tierras, jamás había visto esa flor, eso me dijo después.
Luego de saludar a las doctoras y a la señora directora, firmé los documentos tratando de sellar así el odioso y triste pasado de esa niña, abriendo una nueva oportunidad en la vida, para ella,  para Irene y para mí también. (…)

***

—Wow Iván, que historia, aunque un poco triste. Ahora, puedo entender muchas cosas, como cuando se desaparecían sin avisar, cuando no asistían al círculo o cuando hacían esos viajes inesperados.  Y tu Irene, ¿debes estar muy contenta?
—Súper, súper contenta Talyuno, no sabes de verdad lo feliz que estoy, o que estamos, para nosotros es un sueño hecho realidad, ni te imaginas por todo lo que hemos pasado.
—Claro que no amiga, aunque sí puedo decir, gracias a Dios por ustedes y por esa niña, que ahora está durmiendo, ambos son maravillosos y sé que serán excelentes padres.
—Gracias Talyuno. Y si te conté la historia de cómo es que Rebeca llegó a nuestras vidas, es porque, entiendo que escribes y me gustaría que escribieras algo.
—Claro Iván, claro que la escribiré, aunque, te digo honestamente,  tendré que omitir ciertas cosas, pero sí, sí que la escribiré. Y debo ser franco, hay algo que todavía me da vueltas en la cabeza y me dejó muy pensativo. Es la situación con el muchacho, el niño del casino ilegal, conociéndote como te conozco y sabiendo bien quien eres y a que te dedicas, me parece un poco extraño que no hayas procedido a hacer nada en ese asunto.
—Ahh, hermano mío, parece que no me conoces bien, claro que voy a proceder en ese caso, de hecho, ya tengo gente montada en eso. Pero no te lo puedo adelantar, eso es material para otra historia. […]

Gracias por leerme. 
Gracias por leer “Las Crónicas de una Ciudad Ficticia”.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….
Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…
Que tengas unas maravillosas y felices fiestas navideñas.
Dios te Bendiga.




4 comentarios:

  1. De verdad no me canso de decirte en lo bueno que te has convertido como escritor, me encantan tus relatos, nos tocan el alma y nos la alegran, lo que en esta sociedad tan acelerada necesitamos

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    1. Jessica Fuentes, Gracias amiga. Honor que me haces... que sigas bien.

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