¡Prohibido Enfermarse!

Sucedió en una ciudad ficticia, de algún país artificial.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Los niños corrían y jugaban en el parque... Abel tiene cinco años, el tamaño, contextura  y  energía normal, de un niño de su edad.  _Mami, mami, mira. -gritaba Abel deslizándose en el tobogán-  _Con cuidado Abel, cuidado  te caes, agárrate fuerte. _Si, mami… _Abel ven,  vamos,  anda juega en el columpio,  que ahí  hay muchos niños mas grandes  y  te  pueden  tumb...  No terminó  de decirlo,  cuando tuvo que correr a toda prisa porque, otro  niño  –más grande-  sin querer lo  tumbó, cayendo de una altura de  metro cincuenta  aproximadamente.  Cayó de cabeza, sobre  su  brazo izquierdo,  soltando  un grito –aterrador-  por el contacto, al caer.  _ ¡Ayyy!  
La madre lo recogió inmediatamente, revisando su cabeza que no botaba sangre, no se había roto, solo un chichón en su cabeza, y un fuerte dolor en el bracito, a la altura del hombro. _ Disculpe señora, disculpe señora. –Repetía el niño más grande sin cesar-_ ¿Te duele la cabeza, mi amor? –Abel, no paraba de llorar- _Agárralo, vamos a llevarlo al hospital. –dijo Verónica, amiga de la mamá de Abel-  que tomándolo en sus brazos, corrió a la vía, deteniendo el primer vehículo que por allí  pasaba. _Señor, señor,  por favor, llévenos al hospital que el niño se cayó. _ Si, señoras súbanse.  Mientras tanto Abel, que no paraba de llorar, le decía a su mamá que le dolía el brazo.
En un rato, estaban en el hospital y agradeciéndole al señor, que las llevara, le entregaban un dinero, que este no estuvo dispuesto a aceptar. –Dios lo bendiga- _No se preocupe señora, yo la voy a esperar aquí, a que entren a ver si lo atienden, sino, para llevarla a otro hospital. _ Ay señor, un millón de gracias, dios lo bendiga. _Vaya señora, vaya,  y no se preocupe.
Así como salieron del vehículo, regresaron inmediatamente. _ Ay señor, aquí no hay traumatólogo. _No se preocupe señora, súbase, vamos a otro. Abel, ya  había dejado de llorar, pero no podía mover el brazo, que  lo tenía muy hinchado y de color morado en el hombro.
Inmediatamente  estaban  en  otro  hospital.  Y  repitiendo  la  misma  acción  el  señor –que dios lo bendiga- nuevamente la esperaba, por si acaso no los atendían. _Ay señor, aquí tampoco hay material para la placa de rayos x, ni traumatólogo. _Súbase, no se preocupe,  no importa vamos a otro, que en alguno tiene que haber.
Así se fueron nuevamente, en búsqueda de algún hospital donde los pudieran atender;  recorrieron media ciudad  y dos hospitales más, encontrando siempre  la misma respuesta; cuando Verónica se acordó de Robert; un amigo; que  su abuela trabaja en un hospital, que queda al otro lado de esta ciudad ficticia. _Déjame llamar a Robert, a ver si su abuela está trabajando y nos puede ayudar; Lo llamó explicándole la situación, y quien le respondió que sí, que fuera hasta el hospital y pregunta por la Licda. Adelaida Hernández, y le dicen que van de parte de mía.
En el trayecto que es  más largo,  porque hay que atravesar toda esta ciudad ficticia, -de polo a polo- preocupadas y agotadas, por el medio día de ajetreo,  conversaban  sobre lo increíble que era, ser atendido en un hospital, en esta ciudad ficticia, por no contar con un  seguro médico; que habían visto y escuchado a personas, que tenían dos días esperando por una cama, para ser hospitalizados, que no hay  insumos para la atención a los pacientes  o que no se encuentran los reactivos para la realización de los exámenes médicos, lo congestionadas que estaban las salas de emergencia. Concluían en que es prohibido enfermarse, en este país artificial.
Al fin llegaron; despidiéndose del señor que tan amablemente las llevo y quien no quiso aceptar dinero, infiriendo que lo guardaran para el taxi de regreso. Le propinaron un millón de gracias y bendiciones;  para así,  llegar a la entrada de emergencia  preguntado por  la señora que les habían  recomendado, entraron  rápidamente, y fueron atendidos por ella misma, quien le realizó la placa de rayos x y consiguió la atención del médico traumatólogo en tan solo minutos de espera.  Abel –gracias a dios- salió del hospital con un inmovilizador de hombro,  por una mínima fisura en la clavícula y hambre -a millón- por casi no haber comido nada en todo el día. La madre de Abel, todavía está orando agradeciendo  a dios,  por haber cruzado en su camino a todas las personas que la ayudaron en la travesía.
Este relato que si sucedió  en verdad.   -me lo contó una amiga y  gracias a dios no fue a mí, ni a ti-  Da mucho que pensar sobre la realidad  de esta ciudad ficticia, en este país artificial, donde  todavía existen  las personas buenas,  las influencias,  la amistad y los problemas conviviendo a diario.

Gracias por leerme. Feliz, prospero y venturoso año nuevo 2016, es mi mas sincero deseo. Dios te bendiga. Cuídate y cuida a los tuyos que en esta ciudad ficticia, los delincuentes son reales.




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