Mazmorras.

II parte.
Crónicas de una Ciudad Ficticia. 
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


(…) los autos circulando unos tras otros, avanzándose en los momentos donde no divisan venir vehículos de enfrente; y las aves, que de momentos se precipitan sobre las aguas del embalse, en posesión de los peces que por descuido nadan a la orilla de la superficie, mis  ojos se embelesaron  y mi mente divagó por un rato sobre la razón que me trajo por  primera vez a estas tierras.

« ¿Quién diría que mi vida cambiaría tanto al venir aquí…?» transcurría el año 2013. En mi país, con la imposición de un nuevo líder en el poder, la incursión de rebeldes extranjeros, una ola de crímenes sin resolver y el descontento de una sociedad sufrida e inconforme por las continuas políticas aplicadas por quienes representan al estado; el país navegaba inmerso e inseguro por las profundas aguas de la incertidumbre, acrecentando y allanando así,  las condiciones más idóneas para una guerra civil. Mientras, había sido comisionado, junto a un selecto grupo, para investigar las extrañas desapariciones en el poblado de: “El Tula” a unos cuantos kilómetros después de Mazmorras;  donde,  presuntamente  y según nuestras fuentes de inteligencia e información, se ha radicado una célula terrorista extranjera que es responsable de las desapariciones y el terror en esta región. (...)
«Antes de venir aquí, mi vida era un completo desastre» deambulando sin rumbo, hundido entre las cenizas de los amores perdidos, los placeres de la soltería y una corta edad, transitaba quebradas llenas de sombras e inmoralidad. Conduciéndome en la impudicia que esos caminos me daban, contribuí a la miseria de mi ciudad».
«Hasta esa madrugada, después del operativo, en la que sin previo aviso,  ni permiso -ella- entró en mi vida, sacudiendo todo mí ser.  Ese  magnífico  instante  en que la vi, en mitad de la nada, tan pequeña, sola, descalza, con ese pequeño y sucio vestido, tan débil y desprotegida, rebuscando entre la inmundicia algo con que calmar el intenso dolor que el hambre le producía;  afloraron  los sentimientos más nobles y sublimes, de  amor,  protección  y supervivencia que había sentido por alguien jamás, haciéndome  aborrecer con ganas este país artificial, y por sobre todo, a esta sociedad».
Cuando escuché sus palabras, su llanto y las razones por las que estaba en ese estado, no pude contener la ira que invadió mi ser...   « ¿Por qué increíble razón pueden traer una niña o un niño, a este mundo, si no lo van a cuidar? ¿Qué terrible razón pueden tener unos padres para realizar la cruel hazaña de abandonar, a su suerte, a un niño o niña en la calle...?» deben ser unos enfermos. —pensé.
«Pero ahora estoy aquí, llenándome de contento y del amor más sincero, cada vez, que en sus ojos puedo ver la alegría con la que me recibe diciéndome: “¿Iván, Iván qué me trajiste?” »
Con este fabuloso pensamiento y las luces rojas –encendidas- del vehículo delante de mí, detenido en la alcabala al finalizar la vía de la represa,  me di cuenta que había llegado a Mazmorras;  detuve mi vehículo  para que los militares vestidos de camuflaje, pudieran observar el interior del vehículo y con un movimiento aprobatorio de sus rostros y manos, me conminaran a seguir.
El incesante calor apremiaba a esa hora del día –once de la mañana- y la humedad comenzaba a hacerse presente en mí cuerpo, con frágiles gotas que bajaban por mi frente y mis sienes;  mientras que las intensas ganas de disipar la sequía en mi boca, con una cerveza bien fría, se acrecentaron en mí. 

Continué conduciendo por la avenida principal  hasta llegar y girar en  la pequeña redoma,  que  se distingue por  un  aeroplano sobre un  tímido  y  reducido obelisco,  para  incorporarme  a  la  avenida  que  lleva  por  nombre:  “el  número  de  una  fecha  muy  importante  en  este  país”  y que  me  llevaría  directo  al  Centro Administrativo,  acogedor  urbanismo en donde se encuentra ubicada “la Casa de Abrigo” donde reside –hasta ahora-  el motivo de este viaje y de mis alegrías… No conozco muy bien este pueblo convertido en pequeña ciudad,  a  excepción de la dirección exacta de la casa de abrigo, un pequeño hotel de tres pisos, en donde me he quedado a pasar la noche algunas veces,  y la sede del circuito judicial en donde, las excelentísimas abogadas y –debo decir- amigas Katherine Villalobos  e  Indira Aray,  llevan el caso de adopción,  que me ha traído de vuelta por estos lares, desde hace tres años… 
Mientras conducía, con la intensión de detenerme, comencé a tratar de ubicar entre los comercios y locales del lugar, un sitio seguro donde aparcar  y poder  calmar mi sed,  (los establecimientos en la avenida estaban bastante congestionados)  cuando un estrepitoso sonido, el  del motor de una avioneta, volando muy bajo,  se dejo escuchar,  estremeciendo mi vehículo y los demás a mi alrededor; tomándome por sorpresa,  al igual que la luz roja del semáforo (que marca los segundos antes de cada cambio de luz)  inteligente.  -Después me enteré  que la avenida donde me encontraba, colinda de un lado con el pequeño aeropuerto desde donde salen y aterrizan estas naves, encargadas del riego de los sembradíos del lugar-
Desde esta posición, pude divisar un local,  con  un lugar donde poder aparcar. (…)
Continuará, próximo miércoles.

Gracias por leerme. 
Gracias por leer “Las Crónicas de una Ciudad Ficticia”.
Dios te Bendiga.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….
Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…
                                                


Mazmorras.


Crónicas de una Ciudad Ficticia
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.




Bajo una intempestiva tormenta, en compañía de Dios como copiloto, conducía mi vehículo por la desolada vía: “Los Dos Cruces” hacia las maravillosas tierras del centro de este país artificial; específicamente hacia el pueblo (convertido en pequeña ciudad) de Mazmorras. Pueblo de majestuosos paisajes, verdes llanuras y coloridas praderas, adornado dignamente por la madre naturaleza y la mano del creador. Ya, había dejado atrás, la alcabala policial que delimita dos estados,  la estación de gasolina en la que me detuve a equipar y por algo de comer, así como, el desvió que conduce hacia la localidad “El Gorro”. Llevaba poco más de tres horas conduciendo y desde este punto hasta  mi destino, faltaba una hora exactamente.

Desde hace tres años realizaba este éxodo.  Alejándome, lejos, de los irritables ruidos de los autos, sus desagradables emisiones de humos y gases; de los nauseabundos olores de las calles contaminadas por la desidia y la indolencia de sus habitantes; del duro, frio e incesante concreto que atrapa, encierra y separa de los más sinceros y primitivos orígenes naturales; lejos de la increíble anarquía, del inquietante estrés que día tras día, hostiga y ahoga obligando a vivir en ese continuo espiral de emociones, en donde lo único real y cierto es que: “El tiempo no se detiene…”

Gran parte de la vía se encontraba en buen estado. Permaneciendo un trayecto de tierra en reparación, «en los tres años que tengo transitando por aquí, siempre ha estado igual» con enormes hoyos,  ahora  llenos de barro. Al recorrer este sector, las inmensas, gruesas y finas gotas de barro, que salían expedidas al cielo por acción de las llantas, cubrieron gran parte del vehículo en ambos lados, por lo que tuve que disminuir la marcha y transitarlo de la manera más amable posible.

Una vez las tempestuosas nubes grises escurrieron toda su valiosa carga sobre la tierra, el hermoso cielo azul volvió a ser visible; dejando ver el brillante resplandor del sol y sus finos rayos sobre las delicadas nubes blancas. Y una inmensa ave rapaz, familia de los accipítridos (águilas) se dejó ver a lo lejos, muy alto, con sus alas extendidas, surcando su reino.

Apagué el sistema del aire artificial del vehículo y bajé las ventanillas para sentir en mi rostro, el flamante roce de la brisa, nueva y pura, que traía consigo el más agradable aroma a tierra húmeda, acompañado de un delicado y casi imperceptible aroma a flores frescas; que impregnaron mi auto y mi ser, con las más gratificantes  energías positivas.

Al cabo de unos minutos, estaba cruzando el arco que muestra el inmenso cartel con las palabras: “Bienvenidos a Mazmorras”, a unos kilómetros de la entrada a este caluroso pero magnifico pueblo, convertido en pequeña ciudad, con edificios de hasta dieciséis pisos, hospitales, centros comerciales y hoteles. Bautizado con este nombre por herencia de sus antepasados, cuando los conquistadores lo usaron con este fin, fundando sobre él, la red más grande de prisiones y mazmorras de tortura que existieron en  época alguna,  en país alguno. –artificial o no-  En sus buenos años productor y exportador de arroz. Hoy con industrias –arroceras- totalmente abandonadas, y algunas otras, materializando su producción a media máquina, por tanta falta de orden y exceso de anarquía.     -Una muestra más, de que en este, mi País Artificial, reina el caos no solo en mi Ciudad Ficticia-.



Al cruzar el arco,  comenzaba a transitar por la maravillosa obra de ingeniería, de casi sesenta años de antigüedad, que es la represa que bordea el embalse y surte al pueblo del preciado líquido vital;  sirviendo además, para dar la bienvenida a propios y extraños que llegan por estas tierras.

Debo decir: “que las veces que  he transitado por ella, siento un ligero e indescriptible temor” ¿Será ver el agua, que roza con la orilla de la carretera por un lado, el precipicio de más de cien metros en caída libre, hacia el otro; o los intrépidos y experimentados conductores de lugar, que la transitan a velocidades extremadamente altas, siendo esta vía en doble sentido? La verdad, no sé. Pero recuerdo claramente, la única vez que no sentí ese extraño temor; la primera vez que llegué a esta pequeña ciudad, era de noche, aproximadamente a las ocho, no había  mucho tráfico y todo estaba tan oscuro, que no podía ver más que las dos líneas continúas en medio de la vía, iluminadas por las luces del vehículo que conducía. Así que, recorrí la vía de la represa, sin saber que existia, sin saber que estaba allí...

Con el continuo seguir de la doble e invariable línea que divide la vía; los autos circulando unos tras otros, avanzándose en los momentos donde no divisan venir vehículos de frente;  y  las aves que de momento se precipitan sobre las aguas del embalse, en posesión de los peces que por descuido nadan a la orilla de la superficie, mis  ojos se embelesaron  y mi mente divagó por un rato sobre la razón que me trajo la  primera vez a estas tierras. (…)

Continuará, próximo miércoles.

Gracias por leerme. 
Gracias por leer “Las Crónicas de una Ciudad Ficticia”.
Dios te Bendiga.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….
Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…
                                                            

El Catedrático.

 Hola.
Os saludo deseándote lo mejor y paso a dejar por aquí este relato con el que quería participar en un reto para escritores principiantes.

El reto consistía en comenzar con la frase: “Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte”. Debía ser narrado desde el punto de vista del antagonista (contrario al protagonista) y no ser mayor de 750 palabras. 

Lamentándolo mucho -para mí- no pude cumplir con cierto requisito y no participé.
Pero en vista de que me siento complacido y agradecido con Dios por mis esfuerzos, hoy lo comparto contigo.
Es una escena que nunca ocurrió, en un lugar que jamás existió 
Espero en verdad te agrade y lo disfrutes. 

Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte  -dijo- el padre de Isabel, al mismo tiempo que Thomas  intervino.

 —Si es así, no quisiera encontrar al mío, es bien sabido a través de la historia que las personas que dicen haber visto sus dobles han conseguido la muerte de las maneras más extrañas e imprevistas posible y siempre a los pocos días de dar fe de sus testimonios. Hay casos famosos como el de la emperatriz rusa Catalina la Grande que al ver a su doble murió a los pocos días. Y según cuentan no fue ella la única que la vio, dicen que la escolta real también vio al doble. Otro caso famoso, es el de un presidente de  Estados Unidos  Abraham Lincoln, que una noche recostado desde un sofá en su habitación, pudo ver en un espejo cercano su rostro y exactamente al lado de él, otra imagen, la de una segunda persona, por lo que de brinco y sobre salto se acercó al espejo, pero no vio nada, y no había nadie más en la habitación, nuevamente volvió a recostarse en el sofá, y esta vez con mayor claridad, vio la misma imagen, dos veces su rostro en la superficie del espejo;  él,  mirando al espejo  y  el otro observándose  a  él,  aseveró que era su mismo rostro, pero más pálido y demacrado, su mismo rostro, su doble… 

—Eh, ¿cuán insensato eres Thomas?  Interrumpí de manera grotesca   -mostrando mi enfado-.
— ¿Cómo te atreves a contar esas historias en este momento? ¿Acaso no vez que asustas a los niños?

Estando sentados a la mesa en mitad de la cena, fue la única excusa que encontré para conminarlo a callar.

— ¡Oh!  Mis disculpas señor Díaz, señora Díaz, niños perdónenme,  no fue mi intención asustarlos. -dijo Thomas-  
— ¡Oh no! no te disculpes Thomas. –Ripostó- la madre de Isabel, de la manera que solo pude entender como un regaño.
—Ignacio, siempre tan exagerado, los niños ni siquiera prestaban atención; tus historias y conocimientos siempre han sido bienvenidos en esta mesa y más aún,  ahora que has regresado, debes tener infinidad de historias y cuentos que compartir con tus futuros nuevos padres.
¿Qué? –Pensé-  Mientras escuchaba vinieron a mi mente los más bajos y egoístas pensamientos que un ser humano puede tener.
—Si Ignacio –continuó la mujer- Thomas ha pedido la mano de Isabel en matrimonio,  estamos a gusto y de acuerdo en conceder el permiso para el matrimonio. Tanto Isabel como Thomas desean que los acompañes en la boda.
 
Ocultando mi indignación y mi enfado, no tuve más opción que asentir  y fingir que la alegría embargaba mi alma por los futuros esposos.

Luego de beber un pequeño sorbo, levanté la copa de vino en mi mano y -dije- 
—Por supuesto que acepto, ¡felicidades a los novios…!

Mientras que un increíble dolor atravesaba mi alma, haciéndome sentir y escuchar mi corazón romperse en pedazos. Como las hojas secas, al ser trituradas por las inocentes manos de un niño en su afán de crecer, al mismo tiempo que en mi mente persistía la idea de no permitir esa boda. 

—Gracias Ignacio, sabíamos que podíamos contar contigo –dijeron- al unísono los novios, mientras levantaban sus copas para acompañarme en el brindis.


Culminado el brindis y la cena, nos encontrábamos en la estancia del inmenso salón de la casa del señor y la señora Díaz.
Me despedí, no podía seguir manteniendo esta falsa felicidad y  acercándome a Isabel, la abrace entre mis brazos con delicadeza y suavidad, para firmemente y en voz baja decirle al oído “Sabes que no lo permitiré”   instante en el que sentí como su corazón dejaba de latir, separándose de inmediato, pude observar en sus ojos  la sorpresa y el miedo por la intempestiva  declaratoria que acababa de oír.
Inmediatamente di la espalda para despedirme de sus padres, y por último estrechar la mano de Thomas. 
Monte mi caballo al salir de la casa de los Díaz.
Y con un exagerado golpe del fuete, lo hice galopar sin sentido, ni dirección por un rato, hasta encontrarme perdido y sin rumbo en el valle, donde divisé claramente a un hombre a caballo, cabalgando dócilmente y directo hacia mí, al verle de cerca, una inmensa sorpresa se apoderó de mí ser.
Somos exactamente iguales,  ¡mi doble! –exclame-

***

Hay ocasiones en nuestras vidas, en las que creemos sentir que el cielo o el universo entero se cierran sobre nosotros. Nada más lejano a la realidad. El universo no es más que un campo inexplorado de situaciones positivas y adversas para con nuestras realidades.
Todas y cada una de las situaciones por las que atravesamos durante este corto recorrido que llamamos vida y que en ocasiones consideramos como “terribles ratos amargos” no son más que el acondicionamiento perfecto para entender y saber que siempre podemos evolucionar y ser mejores personas, mejores hijos, padres, amigos o hermanos.
El deber ser, está en entender lo que sucede dentro de nosotros mismos y a nuestro alrededor, con la única convicción de buscar y encontrar la dirección más idónea que nos permita resurgir de manera positiva, ante cualquier situación que “creamos” contraria.
En nuestro camino siempre encontraremos personas que estén dispuestos a ayudarnos, también a quienes no le estén. De nosotros está  si podemos reconocerles, ayudarles o aprender de ellos.
En algún lado leí alguna vez “Que todo pasa por una razón y lo que no pasa, también tiene su razón”. La vida nos ha dado todo, de nada nos podemos quejar.

“Errar es de Humanos, de Sabios Rectificar”



Gracias por leerme.
Gracias por leer Las Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Dios te Bendiga.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….
Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…





Viejo, mí querido viejo…

 Viejo, mi querido viejo.
Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


             Mi Ciudad Ficticia, mi País Artificial, están tan llenos de historias y tan llenos de verdades… que me alejan de la realidad, conmemorando hermosos momentos, que hoy son, difíciles de olvidar…   

Quijote incansable de la justicia.
Enemigo intolerante de la desigualdad.
Adalid acertado en la nave de su destino,
Que en puerto seguro, ha sabido llegar.

Amigo de los amigos,
Dicharachero alegre, tal cual,
Maestro inefable de la cordura,
Sincero y Cordial, por demás…

En una agradable tarde de octubre,
Que a su morada, fui a parar,
Me recibió con los abrazos abiertos
Y palabras que jamás podré olvidar…

Sesenta y seis años tengo,
Sesenta y seis años es mi edad.
¡Quisiera tener quince años!
Sin perder la realidad
Que la experiencia.
Y la vida me han dado.
¡Sin perder esa bondad!

No perdería cosecha en prisiones,
Que perjudican, a temprana edad.
Volver a disfrutar como un crío
Los días de mi ingenuidad...

Devolverle tiempo al tiempo,
Y  disfrutar esa edad.
Haría su estancia más noble,
Ahora que está lejos de su ciudad…

Acomódese como pueda
 Y bienvenido a mi hogar…
Todos cometemos errores
Y por eso nos han de juzgar…
Ahora le digo estas frases,
Y espero nunca las vaya a olvidar…
   
“Aproveche su tiempo en la tierra
Que después no hay vuelta atrás.
La vida es una sola
No se puede desaprovechar.
Nunca de la espalda, a quien lo necesite.
El universo se encargará,
De reconocer sus buenas acciones
Y saberlas recompensar.
Siempre hay alguien, que sabe más que uno
Ha ese también podemos ayudar…
Debemos ser siempre humildes
Y aprender a perdonar,
Todos somos hijos de un Dios,
No lo podemos olvidar…
¡Dios te Bendiga! esta y todas las noches…
Y ahora, váyase a descansar”


            Todos tenemos cicatrices de un pasado doloroso. Algunas son causadas por nuestros errores…  pero algunas son la huella de Dios que nos ha sostenido con fuerza para que no caigamos en las garras del mal.
            Recuerda que si te ha dolido alguna vez el alma, es porque Dios, te ha agarrado demasiado fuerte para que no caigas….


Gracias por leerme.
Gracias por leer Las Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Dios te Bendiga.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….

Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…

La Maestra Inés y el Terrible Nevali.



Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

           Porque, aunque esta Ciudad Ficticia siempre es un caos… y mas aun en una fabulosa tarde de intempestiva lluvia, también podemos toparnos con pequeños instantes de alegría, en los que un diminuto rayo de luz, brilla con tal intensidad que nos revela nuevos senderos, nuevos motivos para continuar… esclareciendo ante nuestros ojos, hermosas personas que nos obsequian una nueva manera de ver las cosas, una nueva oportunidad para crecer, creer y confiar nuevamente… personas que nos muestran que lejos del materialismo que nos rodea, aún existen seres de luz, dechados de infinita hermosura interior que se distinguen de lo común. Que cuando nos miran, sus ojos trasmiten un impresionante brillo. Y cuando hablan ¡extraordinaria ternura! en cada palabra pronunciada. Haciéndonos experimentar las sensaciones más cercanas a la  fe, el amor,  la esperanza… y la verdad…

           __Ay Nevali ¡que terrible eras! ¡Eras terrible y Peleón! yo me acuerdo…
             Dijo aquella hermosa señora, de cabello gris con brillantes reflejos blancos sobre su cabeza, de piel añejada en la sabiduría que brinda el tiempo,  y tierna voz,  como las de un coro de ángeles, a un no menos y  agraciado señor,  en el que –también- su rostro reflejaba destrezas y el inquebrantable transitar de los años…  
           _Yo me acuerdo Nevali, no sé si fue en la escuela, o allá,  en  los edificios de Joche donde te criamos, te tuve que incitar a pelear con ese muchacho, que era más grande que tú, ¡porque tú eras pequeñito!  Ese muchacho te estaba dando empujones y golpes ¿y tú? Tú, no hacías nada ¿te acuerdas?...  le distes un castigo a ese pobre muchacho, que más nunca lo volví a ver por ahí, tenías como diez años... ¿te acuerdas?
            _Claro, –entre risas- claro que me acuerdo Inés, eso fue en Joche, una vez que estaba lavando un carro en el estacionamiento ¿recuerdas? yo lavaba carros y vendía periódicos para poder ir al cine los domingos, esa era la diversión de mi época; y llegó ese muchacho a meterse conmigo. Me acuerdo ¡Claro que me acuerdo! miré por la comisura del ojo,  hacia el balcón; disimulado, como quien no quiere la cosa  ¡porque a ti no te gustaba que yo peleara! y tú estabas allí asomada, observando todo,  tuve que dejarme pegar varias veces por ese muchacho; lo gracioso para mí, fue cuando gritaste por el balcón: ¿Te vas a dejar pegar? ¡Defiéndete,  no te dejes pegar!  Ahí me desquite,  hasta con el balde le di… ¿te  acuerdas?... Más nunca se metió conmigo… Toribio, creo que le decían al muchacho… 
           __Ay Nevali ¡que terrible eras! ¿Y cómo te gustaba el dinero? recuerdo que siempre andabas con ese paquete de revistas cómicas,  que vendías y cambiabas con los demás muchachitos del barrio ¿Cuántos años tenías en esa época?
           _Tendría diez años, quizás más, quizás menos... ¿Quieres que te eche un cuento de esas revistas, que tú no sabes?
           _ ¿Y cómo es eso? Dime...
           _Ese paquete de revistas me lo pagaron, entre Ángel Humberto y el señor de la tienda. ¿No sabías eso, verdad? 
            _ ¡No! ¿Y como fue eso? si a Ángel Humberto para darte el centavito, para que fueras a la escuela, le costaba un chorro… con lo administrador y controlador que era…
           _Bueno fácil,  ¿Recuerdas la tiendita verdad? donde siempre me enviaban a comprar el pan… Pregunto  -Nevali-  a la dulce anciana, que lo miró por unos segundos  con ojos de incredulidad, como si encontrar ese archivo, entre los tantos que ha de tener guardados en esa envidiable cabellera grisácea,  le era verdaderamente difícil.          
           _La que estaba saliendo del barrio… ¿recuerdas?  -dijo- Nevali nuevamente.
           _Sí, creo que sí... eso fue, cuando vivimos en Joche.
           _Sí, claro, esa misma… Una vez Ángel Humberto,  me dio un billete –enrolladito-  con una pequeña lista, para que le comprara varias cosas y me dijo que debía traerle de vuelto, dos simples…   
           _Ah ¿y entonces? –Preguntó Inés-
           _ ¡Bueno! Al llegar a la tienda, le entregue el billete y la lista al señor.
           Armando, -ahora- recuerdo su nombre. El me entregó una bolsa con los artículos de la lista y un vuelto de diez simples -lo recuerdo muy bien- yo lo mire incrédulo sin entender ¿Por qué me entregaba tanto dinero? –La entrada al cine, costaba dos centavos-  agarré la bolsa, el dinero y salí corriendo y me senté en la acera, dos cuadras más abajo, a revisar si estaban todos los artículos de la lista, para mi sorpresa, si estaban. Y no entendía que había pasado, ¿Quién se había equivocado? ¿Sería el señor Armando o sería Ángel Humberto?  No había visto el billete, cuando Ángel Humberto me lo entregó.  Y   tal   cual   me lo dio  –enrollado con la lista- se lo entregue al de la tienda.
           Me quedé -un rato- sentado en la acera, pensando infinidad de cosas. Cuando al fin me decidí, tome dos simples y los guarde en un bolsillo de mi pantalón, los cinco restantes, en el otro bolsillo y me fui para la casa, a entregarle el mandado a Ángel Humberto.  
           Al tocar la puerta Ángel Humberto, la abrió, sin notar mayor sorpresa, entré derechito a la cocina. Ángel Humberto, me seguía. Coloqué la bolsa con los artículos en la mesa. Que –luego- revisó minuciosamente para enterarse que estaban todos los productos completos,   de inmediato se giró –hacia mí- y extendiendo su mano dijo.
           _ ¿El vuelto?
           Me quede petrificado, no sabía en cual de mis bolsillos hurgar… y mirándome fijamente a los ojos, repitió.
           _ Muchacho, los dos simples del vuelto…
Inmediatamente, metí la mano en el bolsillo derecho de mi pantalón y le entregue los dos simples que allí se encontraban. 
           __Ay Nevali ¡que terrible eras! –Dijo Inés- y si entonces no eran de Ángel Humberto, debieron ser del señor de la tienda.
           _Claro, claro que eran de él, que fue, quien se equivocó. Y a mí me daba un horrible miedo que se encontrara con Ángel Humberto o contigo y se los dijera… por eso compre el paquete de revistas cómicas, para intercambiarlas y vendérselas a los otros niños del barrio, en unos pocos días le pague los cinco simples al señor Armando, recuerdo que le dije que esa era una deuda de los fiados (créditos) de Ángel Humberto, que me había enviado a pagarle…  él los tomó extrañado, pero nunca –nadie- dijo nada.
           __Ay Nevali,  sigo insistiendo ¡eras terrible! pero fuiste un buen niño  y ahora eres un buen hombre.
           _Eso es gracias a ti Inés.
           A ti, que siempre fuiste mi maestra de segundo grado y la madre en vida para mí…  Te debo tanto, que no tengo como agradecerte los valores y el amor que en mí sembraste,  y que aún conservo el día de hoy…

           Empapado por la intensa lluvia, sentado en esa silla, en las afueras de aquel humilde pero impecable restaurante, bebía ese rico y caliente café, escurriendo con mis manos las hojas mojadas del aquel periódico que no leí y por un momento sirvió para resguardarme. Agradecí -de todo corazón- a Dios, por permitirme presenciar esa escena, dos nobles y hermosos seres de luz, abrazados el uno del otro, rememorando sus años de  antaño, en esta complicada ciudad…

Gracias por leerme. 
Gracias por leer Las Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….
Mi ciudad es ficticia, la tuya es real…
Dios te Bendiga.