La vida me ha dado todo.





La vida me ha dado todo, 
De nada me puedo quejar.

Una maravillosa madre,
Que siempre me supo guiar.
Hermana, hermanos, y un padre
Con quienes, 
Seguro puedo contar.

En este entrañable viaje.
Que algún día, ha de terminar.
Un gran amor,  me acompaña,
De eso les quiero contar.

Una mujer increíble y  perfecta,
Puedo decir ejemplar. 
Varios años de su vida.
Toditos, me los  ha dedicado.
Estando siempre conmigo.
Lo mejor de mí, ella ha logrado.

Enfrentado, las adversidades,
 Que esta vida nos ha deparado.
Hoy puedo decir con orgullo,
Gracias a ella, las he superado.

La mejor decisión de mi vida.
Ha sido, el estar a su lado.
Hoy quiero decirte amor mío.
Gracias a ti me he salvado.

Gracias por haber nacido,
Gracias por existir,
Gracias por complementarme,
Gracias por fijarte en mí.

Gracias por compartir tu vida 
A mi lado, 
Gracias por estar siempre aquí.
Gracias por lo que me has dado, 
Gracias por hacerme feliz.

Hoy es el día de tu santo,
Hoy es un día muy feliz,
Hoy está cumpliendo años
La mujer más noble,
Que alguna vez conocí.... 

¿Cómo no decirte que te amo?
¿Cómo no hacerte feliz? 
Si toda tu vida me has dado.
Sin ti, yo no quiero este viaje, 
Sin ti, yo me quedo aquí. 

La vida me ha dado todo
De nada me puedo quejar,
Contigo, siempre a tu lado,
Contigo, yo quiero estar.




Gracias  por  leerme.  Felicidad y Prosperidad para el nuevo año 2016,  son mis más sinceros deseos.  Dios te bendiga. Cuídate y cuida a los tuyos que en esta ciudad ficticia, los delincuentes son reales.


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Mi reino entero. ¡Quizá!

Sucedió en una ciudad ficticia, de algún país artificial.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.




¿Qué no daría?  Por una palabra suya. Por escuchar su “mediodiosavoz.  Por el simple hecho de saber, que está ahí. Volverla a ver y respirar su aroma, saber que puede verme, sentirme o escucharme, si así lo desea. ¿Qué no daría? Por superar el abismo que hoy nos separa. Por  mirar de nuevo sus hermosos ojos verdes; llenos de vida y alegría cada vez que me miraba. ¿Qué no daría?  Por escucharte… y es que el día que te fuiste mi alma se fue contigo.  ¿Qué no daría por entender que ya no estás aquí?


Gracias por leerme. Felices Fiestas Navideñas. Dios te bendiga. Cuídate y cuida a los tuyos que en esta ciudad ficticia, los delincuentes son reales.



Entidades Bancarias.

En una ciudad ficticia, de algún país artificial.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.



Mi increíble ciudad ficticia, en mi país artificial, no para de sorprenderme.  Ahora son sus entidades bancarias, las que me dan la sorpresa del día. Por razones netamente comerciales y de negocios, necesitaba retirar del banco –que no voy a nombrar- la mísera cantidad de cuarenta mil simples, (moneda oficial de algún país artificial) y el cajero automático, no me da tal cantidad. Me realice un cheque a mi nombre por tal cantidad, e informé en la oficina que saldría unos minutos al banco, a lo que de hecho, una colega me acompaño y gracias a dios que fue así.
 Después de llegar a la agencia más cercana a mi oficina, hacer la pequeña cola para despojarme de todos mis objeto de metal, léase reloj, llaves, anillo, cadena, y correa, que también hacía sonar la maquina por su hebilla de metal,  al fin entramos. Y menos mal que Jessica –mi colega- no usaba sostenes de esos que traen alambres y llaman de ballena, porque si no, no hubiera podido entrar me dijo. Nos reímos unos segundos, mientras tomaba el tickets para la espera, cinco personas por delante, salimos rápido le dije.
Pasaron los minutos y por fin toco mi turno, me dirigí al cajero a través de la ventanilla del vidrio, dándole los buenos días, entregándole mi cedula y el cheque a cobrar por mí. _ Señor disculpe, su cheque no puede ser procesado.  ¿Por qué? _Es que excede el límite de retiro diario. ¿Cómo es eso? _Sí señor, es que el límite de retiro diario por cuentas en agencias es de treinta mil simples. Ok, pero yo necesito cuarenta mil simples.  _Lo siento señor hágalo por transferencia, gracias que tenga buen día.  Eso fue todo.
 Me dirigí a conversar con el gerente de la agencia, quien muy amablemente me explica el estimado que la agencia bancaria hace  para retiros por clientes es de treinta mil simples, motivado a la situación actual de este país artificial, y poder cumplir con todos los clientes del banco. Cuestión que para mí es inverosímil y solo me hace especular, que temen el flujo de capital, por parte de los clientes.
A todas estas, realice otro cheque por la cantidad permitida para mí, y otro para Jessica -que gracias a dios me acompañaba-  por la cantidad faltante. Pudiendo realizar así, de esta manera,  mi retiro. Que para sorpresa nuestra y por la poca existencia de billetes de alta denominación, recibimos entre los dos, veinte paquitas de cien billetes cada una, que luego no sabíamos ni como guardar. –Es como para que los delincuentes sepan que uno lleva dinero y crean que tiene más que en lo que en realidad hay- deje a Jessica en la agencia y salí, buscando la librería más cercana para comprar dos sobres amarillos y dos bolsas de plástico, para poder guardar las veinte paquitas de billetes. Gracias a dios la agencia bancaria queda a dos cuadras de la oficina, porque de la carrera que pegamos al salir, no se nos vio el celaje, motivado a que esta zona del este de mi ciudad ficticia es muy transitada por los amigos de lo ajeno. –Debo decir lo bien que corre Jessica en tacones-  


Gracias por leerme. Felices Fiestas Navideñas. Dios te bendiga. Cuídate y cuida a los tuyos que en esta ciudad ficticia, los delincuentes son reales.


           

Ciudades Satélites.


Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Ciudades Satélites.

Mi ciudad ficticia, mi colapsada ciudad ficticia, está tan abarrotada, que es  una “hazaña” vivir o sobrevivir aquí, y que puedo decir de las personas que viven en las ciudades satélites, alrededor y en las cercanías de esta. Un día cualquiera de semana, es extraordinario el esfuerzo, -casi sobrehumano- que deben hacer para  llegar a sus trabajos y cumplir sus responsabilidades. Hubo un día que por razones ajenas a  mi voluntad, me tocó realizar un trabajo en una de estas ciudades a las que llaman “satélites” cerca de mi ciudad ficticia, tenía que permanecer dos días allí. Conduje mi vehículo y me fui hasta allá, cuarenta minutos me tomo el trayecto, sin contar la extraordinaria tranca-cola, en la salida de mi ciudad ficticia, por trabajos en la vía. 

Llegamos y comencé a recorrer el lugar, en búsqueda de la dirección acordada, por las calles del centro. Es increíble el calor que hace en esta ciudad “satélite” a las diez de la mañana, que aunque mi vehículo tenía los vidrios cerrados y el aire acondicionado, enfriaba en su máxima expresión, podía sentirse el sofocón, del calor que hacia afuera del carro. Ya estaba en el sitio realizando mis trabajos, cuando decidí llamar a  mi prima Aida, que vive en esta ciudad, quería preguntarle si podía pasar la noche en su casa, para no tener que subir y bajar mañana nuevamente y así pasar un rato al lado de su familia, que hacía tiempo no veía. Proposición que aceptó con gusto y entusiasmo. Invitándome a pasar por ahí después de las cinco treinta, que es la hora que más o menos llega, con sus hijos y su esposo, ya que ellos laboran en mi ciudad ficticia. Termine lo mío, y me fui a su casa. Cinco treinta para ser exacto, estuve en la entrada de su casa, ellos llegaron veinte minutos después. _Hola prima, tiempo sin verla, abrazándola le di un beso en la mejilla, que me correspondió de igual manera, salude a su esposo con un estrechón de manos, mientras que a los dos pequeños, les propine la bendición mientras besaba sus frentes. Entramos a su casa. Aida se fue al baño, con los niños, para bañarlos.  -el calor ese día fue infernal- _Venga primo, vamos al centro, a comprar alguna cosas... Luego de un rato, estábamos de vuelta en la casa, los niños y Aida se habían bañado y cambiado de ropa, estaban a la mesa realizando las tareas. _Primo vaya usted, para que se bañe, y se cambie, luego iré yo. Gracias primo, -exclame- de verdad lo necesito… De nuevo en la estancia, Aida me brindo unas suculentas arepas con aguacate, mantequilla y queso, mientras conversaba lo difícil que es, vivir aquí y trabajar en mi ciudad ficticia, que debe entrar a las siete de la mañana; y lo increíble que son las batallas que se libran en el tren a las cinco de la mañana, -ellos por los niños no usaban este medio, se iban en camionetas- Incorporándose el esposo de Aida, ella se despidió de mí para llevar a los niños a dormir, al igual que ella hasta el otro día. El esposo de Aida,  me indico donde dormiría, y se despidió diciendo: _Hasta mañana primo, si quieres puedes ver televisión, bajito volumen, ¡por favor!A lo que asentí con agradecimiento, deseándoles las buenas noches. Eran las ocho diez minutos de la noche, ¡no tenía sueño!... ¿Qué sueño podía tener?


Los buenos días fueron a las tres de la madrugada, cuando los volví a escuchar. Antes que cantaran los gallos.

Así comienza un día normal, Aida que con apenas 33 años, vive los días agotada, entre sueño y sueño, y una carga emocional acumulada por un esfuerzo interminable.
Gracias por leerme. Dios te bendiga. Cuídate y cuida a los tuyos que en esta ciudad ficticia, los delincuentes son reales.


           


¿En manos de quien pongo mi esperanza?



En manos de quien pongo mi esperanza.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


¿En manos de quien pongo mi esperanza? 

Es increíble  las colas o filas de personas que veo cada mañana al dirigirme a mi trabajo y eso que todos los días cambio la ruta, para no usar las mismas vías, y no acostumbrar a los amigos de lo ajeno a mi rutina diaria, esto motivado a que me traslado en motocicleta y he sido víctima del hampa dos veces.  -la última hace dos años-  Son colas interminables conformadas en gran parte por mujeres. Primera vez desde que tengo uso de razón, que veo esto en mi país, lo triste no es eso, lo triste es que vienen elecciones. Dos grupos se disputan el poder -a mi manera de ver las cosas- con la simple propuesta que uno es mejor que el otro, están los primeros que dicen que la situación económica actual se debe a una guerra económica,  pero no hacen nada para combatirla, o lo que es peor, lo que hacen solo queda entre ellos mismos y los que llaman enchufados, se les ve entregando vivienda a los necesitados, carros a los taxistas, Tablet a los estudiantes y  haciendo fiestas en el centro de la ciudad, con artistas extranjeros. –Me supongo- Pagados con el dinero de la nación  lo que me hace pensar: ¿Cuánto puede costar  traer un artista extranjero? ¿Qué sentido tiene hacer fiestas cuando sabemos que la situación no es favorable? O en otras palabras ¿Cómo puedo hacer una fiesta en mi casa cuando mi familia no tiene para comer? Acciones que no son “tan malas” desde cierto punto de vista. Una simple estrategia -para mí- para distraer la atención y comprar votos.  Haciendo campaña electoral con la imagen y el nombre de su máximo líder –ahora- difunto hace dos años,  y que en vida  fue un gran líder y estratega –dicho por nosotros mismos y por el otro bando- juegan con la inteligencia de las personas. Y está el otro bando que quiere retomar el poder perdido hace poco más de quince años, con un simple mensaje de cambio, mensaje que también usaron los que están en el poder en su momento. Ahora yo me pregunto ¿Cuál será el cambio? ¿Qué beneficios para el país, traerá este cambio? ¿Qué beneficio, para las personas traerá este cambio? ¿Qué puede traer para mí este cambio? Yo que gracias a dios todo lo que tengo, lo he forjado con mi trabajo, sin ser enchufado y sin recibir nada de ningún gobierno. Cuando veo como descalifican, humillan y ofenden a las personas que siguen el otro bando, no me da más que tristeza, tratar de entender el cambio que quieren. Me hacen  pensar en que ¡solo quieren volver al poder, para pasar factura! Como lo hicieron en una oportunidad en el año 2002. No soy político, politólogo, economista, periodista ni nada de eso, solo soy un ciudadano de este país artificial -porque el país real, es el que enseñan en los canales de televisión del Estado, donde todo está bien y no ocurre nada malo- que alguna vez también creyó en un cambio y en un proyecto, pero hoy solo ve un país desmoronado, sumido en colas de personas para comprar comida, luchando para sobrevivir de la delincuencia y el alto costo de la vida, por culpa de personas que solo piensan en el beneficio propio y familiar, abusando del poder y las personas. Y lo peor es el decidir a quién darle mi voto, una decisión nada sencilla, de verdad mi país artificial necesita alguien que lo ame, que lo sienta, que le duela el país y su gente, que quiera y trabaje por el desarrollo como nación y como potencia. Pensamientos que traen a mi mente y me hacen recordar un documental que vi alguna vez y que está en you tube, se lo recomiendo: Tiempos de Dictadura.

Gracias por leerme, Dios te bendiga. Cuídate y cuida a los tuyos que en esta ciudad ficticia, los delincuentes son reales.

           

Débito y Efectivo.


Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.



_Julio, levántate ¡vamos! Tengo que ir a hacer la cola.
_Mamaaaá… tengo sueño.
            _Yo, se mi amor, pero debemos irnos ya. ¡O no alcanzaré a comprar nada!
            _Está bien, mamá.
                 La calle seguía a oscuras, iluminada de momentos por la luna, cuando las nubes extendían su marcha hacia la madrugada, el ladrido de los perros,  hacían temer la presencia, de personas  en la calle…
“_En el sagrado nombre de Jesús,  Acompáñanos señor”.
Más que caminar, corrió escaleras abajo, tomó a Julio de la mano, que con cinco años, era pequeño y -literalmente- volaba, arrastrado por  su madre. Se detuvo frente a la puerta de una casa, toco tres veces, y en voz baja llamó. Mamá.
_Voy, voy… se escuchó, una voz adentro. Que de inmediato abrió la puerta.
_Buenos días  mami, bendición y gracias….  Julio,  pida la bendición a su abuela.
_ Bendición, abuela. –Dijo Julio-
_Dame un beso mi amor….Dios te bendiga. Y cargándolo entre sus brazos lo arropó.
_Chao mami, ¡porfa! A las siete entra en la escuela, no se te olvide, nos vemos ahora. Bendición mamá.
_Pierde cuidado Lucia, Que dios te bendiga y te acompañe mi amor.
Siguió, -corriendo- escaleras abajo,  hasta llegar a la parada del bus que la llevaría a la terminal, aun no salía el sol y la luna oculta tras las nubes, dejaban ver las luces de un vehículo aproximándose en la calle, era el primero que pasaba a esa hora. Aún estoy a tiempo -pensó- lo abordó dando buenos días al chofer, quien le respondió de manera cortes, _buen día señorita, observó el interior, tres mujeres y dos hombres, más el conductor, se sintió segura -agradeció al creador- y se sentó en uno de los primeros asientos, al lado de la ventanilla,  observando  el cielo oscuro de la madrugada, las estrellas y la luna, que de momentos se dejaba ver,   las calles vacías, autos, locales cerrados. A medida que avanzaban se llenaba el colectivo, hombres y mujeres por igual, desfilaban al interior del colectivo, deseando buenos días, El bus llego a su destino. Lucia, aprovechando su posición bajó de prisa, el lugar comenzaba a congestionarse, llegaban buses de diferentes sitios, cargados de gente y vacíos, -estaba en la terminal- el “smog” de los vehículos se confundía con la noche, los gritos de los colectores de los bus, sugiriendo los destinos, vendedores ambulantes comenzaban a armar sus puestos,  personas caminando de un lugar a otro; ella tenía su  destino claro y apuró el paso, en dirección a la calle “Estación” donde quedaba el supermercado, divisó de lejos quince a dieciocho personas a lo máximo, y se acercó. Llegué temprano -dijo para si- inmediatamente se sumó a la fila preguntando a un señor de mediana edad que se encontraba al final ¿buenas señor, aún no recogen la tarjeta de identificación? _No joven, aun no. Esa la recogen a las seis y faltan quince minutos para las cinco. Respondió el señor, mostrando un reloj que guardaba en el bolsillo de su pantalón. _Gracias señor. A medida que pasaban los minutos se sumaban -a la fila- las personas, venían de todos lados, apurados, en grupos. Crecía descontroladamente, en menos de treinta minutos ya había más de cincuenta personas y en una hora, cientos, haciendo una fila interminable, que doblaba la esquina y seguía. Faltaban cinco minutos para las seis, cuando apareció  un grupo de jóvenes vestidos de negro, diciendo a la multitud.
  _Acomódense, tarjeta de identificación en la mano, hoy toca a los que terminan en cinco, no se les vende a menores de edad, luego de entregar la tarjeta ese es el orden en que van a entrar, pasan en grupos de treinta, se abre a las ocho, los que van a pagar con debito por este lado y los que van a pagar con efectivo por este otro, para que sea más rápido. Tarjeta de identificación en la mano, quien no termine en cinco no entra, luego de entregar la tarjeta ese es el orden en que van a entrar, pasan en grupos de treinta, se abre a las ocho, etc. Y así se fueron repitiendo su libreto por toda la fila.
Lucia contó las personas que tenía por delante, veinticinco, ¡entro en el primer lote!                   –Pensó- Abrió su cartera, saco un envase plástico donde guardaba una arepa con queso y mantequilla, compró un vasito de café caliente y comió con gusto, agradeciendo al creador…siendo en ese preciso instante, cuando la fila-cola estaba organizada, que el grupo de personas vestidos de negro, sacaron sendas armas,  despojando del efectivo, a todas las personas que se habían acomodado hacia ese lado, huyendo impunemente del lugar, con la ayuda de motociclistas que los esperaban en el lugar. –Gracias a dios Lucia pagaría con débito, no así las más de cuarenta personas que fueron despojados de su dinero.
 Hacia frio, aunque el sol comenzaba a iluminar el nuevo día,  la multitud y los carros saludaban la ciudad… Después de la larga espera, y el aterrador momento que tuvo que vivir, Lucia agotada pero con ánimos por fin entró al local a comprar los productos que solo habían llegado, que quedaban o lo único que había, –por persona- dos harinas de maíz precocido, dos arroz, dos pasta, dos mantequilla, dos leche en polvo. Le entregaban los productos dentro del local siguiendo la cola y el orden al igual que fueron entregadas las tarjetas de identificación. Al llegar a la caja, pulgar en la maquina capta huellas para verificar identidad y que no haya comprado en los siete días anteriores,  canceló mil cuatrocientos simples, (moneda oficial de algún país artificial) preguntó la hora, al señor que estaba antes. _Son las ocho y cincuenta.  
_Ay, menos mal que ayer pedí permiso en el trabajo, para llegar tarde hoy. Confesó Lucia, al señor, que  al escucharla, sonrió amablemente…
Así comenzaba Lucia, un día cualquiera, en esta ciudad ficticia de algún país artificial.

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El sistema de transporte subterráneo.



Seis de la mañana, ¡agradecido con dios y la vida! -listo y dispuesto para la jornada diaria- como todos los días de mi vida,  me despedí de mi esposa -un poco más tarde que de costumbre- con un tierno beso y un abrazo,  mientras le propinaba, la bendición a mis hijas.
Mi vehículo está dañado y el repuesto que necesita, no existe en mi país artificial, me dispuse a tomar el sistema de transporte subterráneo -ya tenía varios días usando este sistema- estaba preparado para la batalla de golpes, empujones y tropiezos –accidentales- que a diario se libran en este sistema de transporte, en esta ciudad tan colapsada.
 Todo estaba dispuesto, el pequeño bolso negro donde guardo mi comida, mis lentes correctivos de marca –que no uso en este transporte, por obvias razones- y una pequeña suma de dinero, está cerrado y cruzado, desde mi hombro derecho a mi cadera izquierda y hacia mi frente, la mano derecha, sobre mi cartera de bolsillo, en el bolsillo trasero derecho de mi pantalón, la mano izquierda sobre el bolsillo delantero izquierdo de mi pantalón, protegiendo –al menos eso creí- mi teléfono celular y entre el vaivén de la marea de personas que hacíamos espera al próximo tren, solo pensaba en el bolsillo delantero derecho, tengo las llaves, y en el bolsillo trasero  izquierdo. ¡Nada!


Al cabo de unos pocos minutos y luego de una de las más cruentas batallas -golpes iban, golpes venían, lentes volaban por los aires, gritos y ofensas, era la orden del momento-  donde algunos “cayeron” no pudiendo salir del tren y siendo devueltos nuevamente por la estampida de personas, para –intentar- bajarse en la próxima estación. Al fin, estuve adentro del vagón y por instinto repasé: bolso cerrado, mi cartera, mi teléfono, todo está aquí. ¡Todo en orden gracias a dios! -Pensé-
Miré y observé a mí alrededor, por un lado discutían,  por el otro se reían,  era la gloria y la satisfacción de haber logrado entrar al vagón. Seguía repasando: bolso cerrado, mi cartera, mi teléfono, todo está aquí.
El tren freno de manera brusca, levante la mano izquierda para asirme de algo                         –alguien- y no caerme, una persona a mi lado me toco de igual manera para no caerse –creo- baje la mano, toque mi bolsillo por encima del pantalón. ¡No está mi teléfono! De inmediato increpé a la persona. _ ¡Devuélveme mi teléfono!
_ ¿Qué te pasa a ti?  M…&%@=¡$+**/+=)%&%@=¡$+**/+=)%&.......
Así, continuó por un minuto profiriendo toda clase de improperios. Mientras intentaba ubicarme a la vista, de las cámaras de seguridad, a ver si el personal del sistema notaba el alboroto, cosa que no fue así. Y para resumir, perdí mi teléfono.  – Tampoco tenía pruebas-  Salí del vagón con toda la impotencia y frustración que sentía, divisé -en la misma estación- a cuatro uniformados de los cuerpos de seguridad y orden de mi país artificial, que se encontraban de servicio a esa hora, corrí ante ellos, para informarlos sobre el hecho que me acababa de ocurrir…
_Señor, Tenemos toda la noche sin dormir, nosotros estamos cansados. ¿Qué quiere que hagamos? Eso pasa todos los días…
Hoy, gracias a Dios no fui yo, -ni tu- la victima de este relato que -si sucedió-  me lo contó el amigo, de un amigo, pero quise compartirlo, para su reflexión y alerta, ya que la inseguridad en esta ciudad ficticia, de algún país artificial,  es un problema diario, muy grave.

Dios te bendiga. Cuídate y cuida a los tuyos que en estas fechas los delincuentes también quieren aguinaldos.

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