Mazmorras.

II parte.
Crónicas de una Ciudad Ficticia. 
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


(…) los autos circulando unos tras otros, avanzándose en los momentos donde no divisan venir vehículos de enfrente; y las aves, que de momentos se precipitan sobre las aguas del embalse, en posesión de los peces que por descuido nadan a la orilla de la superficie, mis  ojos se embelesaron  y mi mente divagó por un rato sobre la razón que me trajo por  primera vez a estas tierras.

« ¿Quién diría que mi vida cambiaría tanto al venir aquí…?» transcurría el año 2013. En mi país, con la imposición de un nuevo líder en el poder, la incursión de rebeldes extranjeros, una ola de crímenes sin resolver y el descontento de una sociedad sufrida e inconforme por las continuas políticas aplicadas por quienes representan al estado; el país navegaba inmerso e inseguro por las profundas aguas de la incertidumbre, acrecentando y allanando así,  las condiciones más idóneas para una guerra civil. Mientras, había sido comisionado, junto a un selecto grupo, para investigar las extrañas desapariciones en el poblado de: “El Tula” a unos cuantos kilómetros después de Mazmorras;  donde,  presuntamente  y según nuestras fuentes de inteligencia e información, se ha radicado una célula terrorista extranjera que es responsable de las desapariciones y el terror en esta región. (...)
«Antes de venir aquí, mi vida era un completo desastre» deambulando sin rumbo, hundido entre las cenizas de los amores perdidos, los placeres de la soltería y una corta edad, transitaba quebradas llenas de sombras e inmoralidad. Conduciéndome en la impudicia que esos caminos me daban, contribuí a la miseria de mi ciudad».
«Hasta esa madrugada, después del operativo, en la que sin previo aviso,  ni permiso -ella- entró en mi vida, sacudiendo todo mí ser.  Ese  magnífico  instante  en que la vi, en mitad de la nada, tan pequeña, sola, descalza, con ese pequeño y sucio vestido, tan débil y desprotegida, rebuscando entre la inmundicia algo con que calmar el intenso dolor que el hambre le producía;  afloraron  los sentimientos más nobles y sublimes, de  amor,  protección  y supervivencia que había sentido por alguien jamás, haciéndome  aborrecer con ganas este país artificial, y por sobre todo, a esta sociedad».
Cuando escuché sus palabras, su llanto y las razones por las que estaba en ese estado, no pude contener la ira que invadió mi ser...   « ¿Por qué increíble razón pueden traer una niña o un niño, a este mundo, si no lo van a cuidar? ¿Qué terrible razón pueden tener unos padres para realizar la cruel hazaña de abandonar, a su suerte, a un niño o niña en la calle...?» deben ser unos enfermos. —pensé.
«Pero ahora estoy aquí, llenándome de contento y del amor más sincero, cada vez, que en sus ojos puedo ver la alegría con la que me recibe diciéndome: “¿Iván, Iván qué me trajiste?” »
Con este fabuloso pensamiento y las luces rojas –encendidas- del vehículo delante de mí, detenido en la alcabala al finalizar la vía de la represa,  me di cuenta que había llegado a Mazmorras;  detuve mi vehículo  para que los militares vestidos de camuflaje, pudieran observar el interior del vehículo y con un movimiento aprobatorio de sus rostros y manos, me conminaran a seguir.
El incesante calor apremiaba a esa hora del día –once de la mañana- y la humedad comenzaba a hacerse presente en mí cuerpo, con frágiles gotas que bajaban por mi frente y mis sienes;  mientras que las intensas ganas de disipar la sequía en mi boca, con una cerveza bien fría, se acrecentaron en mí. 

Continué conduciendo por la avenida principal  hasta llegar y girar en  la pequeña redoma,  que  se distingue por  un  aeroplano sobre un  tímido  y  reducido obelisco,  para  incorporarme  a  la  avenida  que  lleva  por  nombre:  “el  número  de  una  fecha  muy  importante  en  este  país”  y que  me  llevaría  directo  al  Centro Administrativo,  acogedor  urbanismo en donde se encuentra ubicada “la Casa de Abrigo” donde reside –hasta ahora-  el motivo de este viaje y de mis alegrías… No conozco muy bien este pueblo convertido en pequeña ciudad,  a  excepción de la dirección exacta de la casa de abrigo, un pequeño hotel de tres pisos, en donde me he quedado a pasar la noche algunas veces,  y la sede del circuito judicial en donde, las excelentísimas abogadas y –debo decir- amigas Katherine Villalobos  e  Indira Aray,  llevan el caso de adopción,  que me ha traído de vuelta por estos lares, desde hace tres años… 
Mientras conducía, con la intensión de detenerme, comencé a tratar de ubicar entre los comercios y locales del lugar, un sitio seguro donde aparcar  y poder  calmar mi sed,  (los establecimientos en la avenida estaban bastante congestionados)  cuando un estrepitoso sonido, el  del motor de una avioneta, volando muy bajo,  se dejo escuchar,  estremeciendo mi vehículo y los demás a mi alrededor; tomándome por sorpresa,  al igual que la luz roja del semáforo (que marca los segundos antes de cada cambio de luz)  inteligente.  -Después me enteré  que la avenida donde me encontraba, colinda de un lado con el pequeño aeropuerto desde donde salen y aterrizan estas naves, encargadas del riego de los sembradíos del lugar-
Desde esta posición, pude divisar un local,  con  un lugar donde poder aparcar. (…)
Continuará, próximo miércoles.

Gracias por leerme. 
Gracias por leer “Las Crónicas de una Ciudad Ficticia”.
Dios te Bendiga.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….
Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…
                                                


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