El Campamento.



Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

    Aquella maravillosa noche en el campamento de verano, bajo un increíble y despejado cielo con el hermoso resplandor de la luna llena, el más incitante brillo de las estrellas y el característico orfeón de los grillos machos en el más ferviente cortejo instintivo.

    Una pareja de inocentes niños, durante la presentación de un insigne poeta, mantenían un interesante juego de sonrisas y miradas, que hacia sonrojar a cualquiera. En su afán por conocer del mundo, unieron sus vidas con un lazo invisible, totalmente indestructible, totalmente inseparable, que les llenó la vida de recuerdos, que jamás podrán olvidar. 

     Detrás de una solitaria cabaña, cuando las nubes no permitían a la luna mirar, unieron sus labios en un glorioso beso que hasta el mismísimo  cielo los elevó;  siendo esta la última noche en el campo, solo un beso les bastó para jurarse un amor eterno…

    Nuevamente la mañana había llegado y los jovencitos enamorados, no olvidaban el dulce sabor que en sus labios se había impregnado; subieron a los autobuses por separado y siguieron sus vidas sin olvidar el recado, unirse en esta o en otra vida, es su único fin anhelado.


—Mira Daly, ¿has visto la muchacha nueva que se mudó al edificio? –preguntó Alexis, a su mejor amigo, una tarde mientras jugaban al baloncesto, en la cancha afuera de la residencia.

—No, no la he visto, no sé cuál es. ¿A qué departamento se mudó? –respondió el joven Daly, al mismo tiempo que lanzaba el balón al canasto.

—Al departamento 1503.

— ¿Si Alexis? Con razón no la he visto. Pero, qué ¿es bonita?

—Muy bonita Daly, muy Bonita…

—Ahora me vas a decir que estás enamorado. –dijo Daly mientras le arrojaba el balón.

—Claro que sí, es que tienes que verla, tienes que verla…

        Así continuaron los jóvenes, por largo rato, lanzando la bola al canasto y conversando sobre la nueva muchacha que había llegado al lugar […]

      Hasta el preciso momento, en el que a través de la cerca, se dejó ver una alegre muchacha. Larga, lisa y negra cabellera, piel más clara que el pan, con un cintillo en la cabeza que con el vestido hacia par; zapatos negros, de tacones, resaltaban muy bien su figura y las delgadas piernas sutileza al andar.

       Danzaba entre la gente, en compañía de su madre y el hermano menor, con dirección a su torre en esta urbanización.

—Mírala Daly, mírala, mírala, es esa que va ahí. –dijo Alexis, lanzando el balón hacia la cerca, para hacer que Daly volteara.

      Preciso el instante, en que por la acción del muchacho, la joven también volteó.

      Y sus miradas se encontraron en los recuerdos olvidados de dos niños que se enamoraron en un campamento de verano, con el recital de un poeta que a todos habia encantado, frente a una intensa fogata la última noche en el campo.


Gracias por leerme.

Que toda la Gracia y las Bendiciones de Dios se derrochen sobre ti y sobre tu familia en este  Año Nuevo 2017.


Talyuno.blogspot.com


6 comentarios:

  1. Qué bonito y que puro es el primer amor... que pena ya nunca se vuelva a repetir con la misma intendidad. :( me pone triste pensar esto talyuno. Gracias

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    1. Hola Eva, si el primero y el único amor... jamas es igual... Un gusto saludarte amiga espero de verdad te encuentres muy bien. No te entristezcas. Gracias a ti por leerme.

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  2. Qué bonito y que puro es el primer amor... que pena ya nunca se vuelva a repetir con la misma intendidad. :( me pone triste pensar esto talyuno. Gracias

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    1. Hola Eva, si el primero y el único amor... jamas es igual... Un gusto saludarte amiga espero de verdad te encuentres muy bien. No te entristezcas. Gracias a ti por leerme.

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  3. Tienes una forma exquisita de elegir las palabras y haces un gran uso de la metáfora. Simplemente, precioso.
    ¡Un saludo!

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    1. Gracias Sanbeta, me alegra saber que te ha gustado... Que sigas bien ¡saludos!

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