Secuestro Express.

Ultima parte.


Sucedió en una ciudad ficticia, en algún país artificial.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


            El cansancio estaba presente entre los miembros del círculo, algunas mujeres llegaron a la estación de servicio conduciendo las motocicletas de sus parejas…  Una vez, en la estación de servicio CFPA, se podía notar el agotamiento y el desgaste físico, aunque mucha alegría y emoción por la actividad culminada.
           
            Luego, por ser horas de la noche no quedaba mucho tiempo para despedidas, los motociclistas salieron en diferentes direcciones, cada uno buscando su hogar.
           
             John,  -preguntó- a Ana ¿si ella quería conducir...? Quien afirmó con seguridad, que sí.  Y sentándose tras el volante, encendió la motocicleta  sin dudar.

            _ ¡Vámonos mi amor!, estoy muy cansada y mañana hay que trabajar. –Dijo- Ana, despidiéndose del resto que aguardaban en el lugar.
           
            John, levantó uno de sus brazos, en señal de agradecimiento hacia el resto del grupo, y se despidió, para subir a la motocicleta abrazando a Ana, que de inmediato salió de la estación de servicio, incorporándose a la autopista sin titubear. Uno a uno adelantaba vehículos, sin siquiera parpadear.

              John, se sentía cómodo, por la seguridad con la que Ana conducía.

            Después de medio trayecto, a la salida de un largo túnel, en un punto estratégico del sobre ancho de la autopista, exactamente bajo un iluminado faro, pudieron divisar el punto de control,  de algún cuerpo de seguridad de este País Artificial.

 Los conductores de vehículos aminoraban la marcha, ya que el punto de control permitía –libre- solo un canal de la vía y se hacía bastante lento en transitar.  Ana, redujo la velocidad y continuó por unos instantes. Al llegar al punto de control, pudieron notar que todos los gendarmes, tenían el rostro cubierto con máscaras negras, que solo permitían ver sus ojos y portaban –potentes- armas largas.
           
            Uno de los gendarmes de inmediato le hizo señas,  dándoles  la orden de detenerse a un lado  y apagar la motocicleta... 
                   
            _Buenas noches, carné de identificación, permiso para conducir, título de propiedad del vehiculo y seguro de accidente a terceros…

            De inmediato John, sacó de la billetera entre su bolsillo todos los carnés, que le solicitaba el gendarme.

            _ ¿Los papeles de la señorita?  Ana -de inmediato- entregó la identificación.

            _ ¿La señorita no tiene el carné del permiso para conducir?
           
            _No señor. –Respondió John.

            Okey, esperen ahí  -dijo el gendarme-  guardando todos los carnés recibidos en uno de los bolsillos de su uniforme, les dio la espalda, dirigiéndose a hablar con uno de sus compañeros y dejándolos allí por un rato.

            Ana le pidió a John, que llamara por teléfono a Iván -el líder del círculo- que por ser autoridad -en otro cuerpo de seguridad, de esta Ciudad Ficticia- podría asesorarlos,  pero fue infructuoso el intento, ninguno de los teléfonos celulares, tenía batería… y se dirigió al gendarme que tenía los documentos -el cual no había dejado de seguir con la vista, para tener muy bien ubicado-  a preguntar los motivos por el cual los tenían allí. 

            _Señor disculpe, podría decirme ¿por qué estamos aquí y por qué no nos dejan continuar?
           
            _Lo que pasa señor, es que la señorita cometió una infracción al venir manejando sin el permiso correspondiente.

            _Okey, bueno, sí ese es el caso, entonces su deber es colocarnos la multa y dejarnos continuar…

            _Sí señor,  ya se la vamos a colocar, pero tendrán que acompañarnos a la estación, ya que aquí no tenemos las boletas ¡están en el comando…! Espere ahí que ya nos vamos…

            _Mi amor ¿Qué te dijo el hombre? –Preguntó Ana-  
           
            _Que esperáramos un momento que ya nos vamos, debemos acompañarlos al comando, para que me impongan una multa y listo, tranquila. 

           
            Luego de unos minutos los ocho gendarmes con los rostros cubiertos y potentes armas largas, se dividieron en dos grupos, seis de ellos abordaron dos vehículos negros -aparentemente blindados- que estaban en el lugar, los otros dos sujetos subieron a una motocicleta y les dieron la orden a John de seguir los vehículos. Estos dos hombres marchaban tras John, como si –por un momento- quisieran que se alejara del vehiculo.

            Recorrieron unos cuantos kilómetros por la transitada autopista, pasando unas y otras salidas, incluyendo la que lo dirigía a su hogar… los vehículos se orillaron a un lado de la vía, uno de los hombres bajó de uno de los vehículos,  abordando el segundo,  que de inmediato se retiró del lugar. Los hombres en la motocicleta permanecían a un lado de John,  el segundo de ellos, los apuntaba con su amenazante arma de fuego…   los hombres que habían quedado en el primer vehiculo, bajaron de este, acercándose a John y a Ana. Que bajo coacción, con  sus armas de fuego, los obligaron a descender de la motocicleta y abordar el vehiculo…  para inmediatamente andar la marcha, seguido por las motocicletas.

           Dentro del vehiculo, en el asiento trasero.  John, abrazaba y protegía a Ana, que por la conmoción del momento, se precipitó en llanto, perdiendo la calma.

           _Cállese señora  -dijo- uno de los hombres dentro del vehiculo, amenazando con el arma de fuego.

           _Les voy hablar claro, quédense tranquilos y no les va pasar nada, denme los teléfonos y los relojes…    dame la billetera –señalando- a John.

           _Mira lo que vamos hacer; son las once de la noche. Te  vas en tu moto al cajero automático y vas a sacar todo el efectivo que puedas sacar, con la tarjeta tuya y la de ella; eso lo vas hacer dos veces, ahorita y después de la media noche para volver a sacarle, luego te vas a ir a tu casa y me vas a traer todos los objetos y prendas de valor que tengas allí. Ella, se queda aquí con nosotros -como garantía- y si se te ocurre llamar a la policía o alguien, ten por seguro que ella se muere. Ellos te van a acompañar –los “gendarmes” motorizados-   les entregas todo a ellos; cuando hayas terminado,  les dices  a ellos, que me llamen, y ahí  les digo donde la dejamos para que la pases buscando a ella.

           _ ¡No! ¡No! No, me dejes aquí. –Dijo Ana con voz temblorosa y entrecortada por el llanto-

           _Cállese señora, si no quiere que la calle yo… -El “gendarme”, apuntando con el arma-  

           John -que continuaba abrazándola-  trató de tranquilizarla, levantándole el rostro con una mano y con la otra deslizándola por sobre su cabello, le profirió unas palabras de aliento “tranquila, todo va a estar bien”.   Volteó hacia al hombre que tenía el control y  preguntó _ ¿qué garantía tengo que ustedes no le van a hacer nada a ella?

           _Nosotros somos serios… si tú haces todo lo que te estoy diciendo, a ella no le va a pasar nada… vamos vete con ellos y busca la plata… para que se puedan ir tranquilos a su casa, ya te dije que a ella, no le va a pasar nada… Ya sabes,  no se te ocurra avisar a nadie…   –Respondió el hombre- 
          
           John, trato de debatir con los “gendarmes” otras maneras y formas de que ellos pudieran conciliar sus objetivos, sin tener que dejar a Ana con ellos, pero los hombres no cedieron en sus pretensiones. No tuvo más opción que encomendarse a Dios, dejar a Ana con ellos y dirigirse a hacer, lo que le estaban obligando…

           Pasadas las cuatro de la madrugada. John, esperaba –angustiado- a Ana, en una céntrica plaza de esta Ciudad Ficticia, en donde gracias a Dios, después de esperar unos instantes, la vio venir por la calle, corriendo hacia él…                
           
            _ ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? ¿Te hicieron algo?

            _No mi amor, estoy bien, estoy bien, no me hicieron nada…. Estuvieron dando vueltas, por la ciudad toda la noche. Me decían que si no llamabas me iban a matar.

            Dijo Ana sin poder contener el llanto, por el terrible momento que acababa de vivir…

            _Ya, ya todo pasó -consolando y abrazando a Ana- tranquila, ven, vámonos, gracias a Dios no nos hicieron nada, eso es lo importante…
           
            _Esos desgraciados…
           
            _Ya mi amor, ven vámonos…

            De este modo, abordaron la motocicleta y se fueron a su hogar, agradeciéndole a Dios, por haber salido ilesos de esa terrible situación.
           
             John -intrigado- solo tenía en su mente, el recuerdo de la voz, de uno de los “gendarmes motorizados”, que le acompañó, ya que bastante peculiar y familiar le resultó…


            Esta es una historia real, de las que ocurren aquí, en esta Ciudad Ficticia.


Gracias por leer Las Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Gracias por leerme. 
Dios te Bendiga.
Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares….
Esta ciudad es ficticia, la tuya es real…

8 comentarios:

  1. Fue un viaje repleto de emociones. Me gustó mucho. Muy real. Gracias talyuno.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Eva, me llena de alegría saber que te ha gustado...
      mas pronto de lo que imaginas... y como siempre
      "Gracias a ti por leerme"
      Cuídate, que estés bien, saludos.

      Borrar
  2. Fue un viaje repleto de emociones. Me gustó mucho. Muy real. Gracias talyuno.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Eva, me llena de alegría saber que te ha gustado...
      mas pronto de lo que imaginas... y como siempre
      "Gracias a ti por leerme"
      Cuídate, que estés bien, saludos.

      Borrar
  3. wow, que final... espero no tardes mucho en publicar otro... cuídate un placer leerte

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias por leerme. tratare de no tardar... que sigas bien

      Borrar
  4. Muy bueno tu relato... gracias por compartir

    ResponderBorrar