El sistema de transporte subterráneo.



Seis de la mañana, ¡agradecido con dios y la vida! -listo y dispuesto para la jornada diaria- como todos los días de mi vida,  me despedí de mi esposa -un poco más tarde que de costumbre- con un tierno beso y un abrazo,  mientras le propinaba, la bendición a mis hijas.
Mi vehículo está dañado y el repuesto que necesita, no existe en mi país artificial, me dispuse a tomar el sistema de transporte subterráneo -ya tenía varios días usando este sistema- estaba preparado para la batalla de golpes, empujones y tropiezos –accidentales- que a diario se libran en este sistema de transporte, en esta ciudad tan colapsada.
 Todo estaba dispuesto, el pequeño bolso negro donde guardo mi comida, mis lentes correctivos de marca –que no uso en este transporte, por obvias razones- y una pequeña suma de dinero, está cerrado y cruzado, desde mi hombro derecho a mi cadera izquierda y hacia mi frente, la mano derecha, sobre mi cartera de bolsillo, en el bolsillo trasero derecho de mi pantalón, la mano izquierda sobre el bolsillo delantero izquierdo de mi pantalón, protegiendo –al menos eso creí- mi teléfono celular y entre el vaivén de la marea de personas que hacíamos espera al próximo tren, solo pensaba en el bolsillo delantero derecho, tengo las llaves, y en el bolsillo trasero  izquierdo. ¡Nada!


Al cabo de unos pocos minutos y luego de una de las más cruentas batallas -golpes iban, golpes venían, lentes volaban por los aires, gritos y ofensas, era la orden del momento-  donde algunos “cayeron” no pudiendo salir del tren y siendo devueltos nuevamente por la estampida de personas, para –intentar- bajarse en la próxima estación. Al fin, estuve adentro del vagón y por instinto repasé: bolso cerrado, mi cartera, mi teléfono, todo está aquí. ¡Todo en orden gracias a dios! -Pensé-
Miré y observé a mí alrededor, por un lado discutían,  por el otro se reían,  era la gloria y la satisfacción de haber logrado entrar al vagón. Seguía repasando: bolso cerrado, mi cartera, mi teléfono, todo está aquí.
El tren freno de manera brusca, levante la mano izquierda para asirme de algo                         –alguien- y no caerme, una persona a mi lado me toco de igual manera para no caerse –creo- baje la mano, toque mi bolsillo por encima del pantalón. ¡No está mi teléfono! De inmediato increpé a la persona. _ ¡Devuélveme mi teléfono!
_ ¿Qué te pasa a ti?  M…&%@=¡$+**/+=)%&%@=¡$+**/+=)%&.......
Así, continuó por un minuto profiriendo toda clase de improperios. Mientras intentaba ubicarme a la vista, de las cámaras de seguridad, a ver si el personal del sistema notaba el alboroto, cosa que no fue así. Y para resumir, perdí mi teléfono.  – Tampoco tenía pruebas-  Salí del vagón con toda la impotencia y frustración que sentía, divisé -en la misma estación- a cuatro uniformados de los cuerpos de seguridad y orden de mi país artificial, que se encontraban de servicio a esa hora, corrí ante ellos, para informarlos sobre el hecho que me acababa de ocurrir…
_Señor, Tenemos toda la noche sin dormir, nosotros estamos cansados. ¿Qué quiere que hagamos? Eso pasa todos los días…
Hoy, gracias a Dios no fui yo, -ni tu- la victima de este relato que -si sucedió-  me lo contó el amigo, de un amigo, pero quise compartirlo, para su reflexión y alerta, ya que la inseguridad en esta ciudad ficticia, de algún país artificial,  es un problema diario, muy grave.

Dios te bendiga. Cuídate y cuida a los tuyos que en estas fechas los delincuentes también quieren aguinaldos.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

http://talyuno.simplesite.com                                                          http://talyuno.blogspot.com/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario