Sucedió
en una ciudad ficticia, de algún país artificial.
Cualquier
parecido con la realidad es pura coincidencia.
Hay ocasiones en la vida, que parece que esta nos
probara, a ver que tanto podemos resistir, es imprescindible, tolerar el trago
amargo y seguir resistiendo sin desfallecer. Volver a comenzar de cero no es lo
difícil, lo realmente difícil es lograr hacer coincidir de nuevo en el espacio y el tiempo la armonía una vez encontrada, hacer que vuelva a florecer de nuevo y llegar
a la plenitud, a ese grado de comodidad, placer y éxtasis antes percibido y siempre anhelado.
Sucedió un domingo, ya habían terminado las fiestas
decembrinas y con ellas el furor de esos días, comenzaba el nuevo año. Con
nuevos aires… Fe, paz, esperanza y
armonía. Eran pasadas las nueve de la
noche, me encontraba solo en mi casa,
acostado en mi habitación, observaba el
programa de preguntas y respuestas, por
dinero... Cuando sonó mi teléfono celular… _ Buenas noches compadre, ¿está en su casa? _Si, buenas noches, ¿qué pasó? _Nada, nada, vaya abriéndome la
puerta que ya paso por ahí... en un minuto.
Salí de la habitación, encendí las luces, y baje las escaleras, con dirección
a la puerta principal, cuando escuché la corneta de un vehículo, afuera, en
tono un tanto apurado. _ ¿Qué pasa, Ángel?
¿Cuál es el azoro? –Pregunté abriendo la puerta- _Nada, nada, mi compadre,
feliz año nuevo, venimos llegando de viajes y usted sabe que siempre nos
acordamos de usted, tenga este obsequio, -Respondió Ángel- bajándose del
vehículo y entregándome una botella de un buen whisky que –ya que no tomo- aún conservo el día de hoy. _Gracias, compadre
y feliz año nuevo también, comadre feliz año y el niño ¿está dormido? -dije- Dirigiéndome a la comadre que se
encontraba sentada en el vehículo, en el asiento al lado de conductor _ Si,
está dormido. –Respondió-._Si, debe estar cansado –dije observando el asiento
trasero del vehículo-
Ángel subió nuevamente al vehículo y se marcharon
con rumbo a su casa, que estaba a unas cuadras de la mía… No había pasado diez
minutos cuando, escuchaba nuevamente la corneta del vehículo afuera de la casa
–y esta vez con más azoro- _ ¿Qué pasó compadre? -Pregunté- _Compadre me robaron, se me metieron a la
casa… _ ¿Qué? Pasen, pasen…
Así, entramos en mi casa, donde se quedarían ya que
la comadre no quería volver a la suya, por no se sentirse segura… esa noche no
dormimos, conversando sobre lo que había ocurrido y las medidas que debíamos
tomar, -siendo socios en nuestro propio
negocio, debíamos decidirlo juntos- y de inmediato llegamos a la conclusión,
que hay que mudarse y salir de esta urbanización, de esta ciudad (ficticia) y
de este país (artificial) de ser necesario…
Así dispusimos manos a la obra, mi compadre vendió
su casa -vivieron en la mía por un tiempo- también vendió el carro de la
comadre y en menos de seis meses, había comprado un apartamento en la ciudad -donde los primeros
días los fui a visitar- y constantemente me decía: Están vendiendo otro apartamento en el
edificio…
Vende la casa, vende la camioneta y compras ese apartamento que están
vendiendo aquí, además compadre, “¿a usted no le da miedo andar en esa
camioneta? Como está la situación en este país (artificial) dios no lo quiera, le pegan un quieto y lo
bajan de la camioneta y eso rogando que no lo maten, pero de un apartamento,
¡no! Ningún choro, malandro va a llegar a la puerta de tu casa, a decirte
quieto salte de tu casa…” esas palabras
fueron las que me motivaron a comenzar de nuevo, y escribir este relato, porque de esto ya ha pasado un año… y hoy
pude observar con sorpresa, indignación y asombro como un grupo de dieciséis
personas vestidos de negro con los rostros cubiertos y portando armas largas sacaron
a una familia, de un apartamento en el edificio de al lado… pero bueno, este sería
el tema para otro relato.
Gracias
por leerme. Dios te bendiga. Cuídate y
cuida a los tuyos que en esta ciudad ficticia, los delincuentes son reales.
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