El Ajedrez y La M...

Por: Talyuno.
Crónicas de una Ciudad Ficticia.



Sediento el camino que te acompaña
en esa interminable agonía,
de persuadir con tu voz y tu encanto
a quien no esta listo todavía.

Confundida en el silencio
de esa oscuridad tardía,
me invitaste al tablero
a disputarnos mis días.

Afuera, sollozaban cinco
adentro, una estancia fría...
después de una sola palabra,
terminamos la partida.

Para mi, una sola noche
para ti, pequeña estadía
para los que sollozaban
¡pasaron dieciséis días!

Agradezco la reunión
que tuvimos aquel día,
contigo no quiero nada
al menos no todavía... 



Gracias por leerme, gracias por leer:

Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Todos los hechos y personajes nombrados en este relato son mera ficción
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares, esta ciudad es Ficticia, la tuya es Real.
Dios te Bendiga.

Desaparecidos.

Hola, hoy como todos los miércoles, te saludo y dejo por aquí estas líneas con las  que participo en un taller para escritores principiantes, que básicamente consiste en realizar una escena,  no mayor a 750 palabras, con las doce palabras resaltadas en rojo, y narrado en tiempo presente. 
Espero de verdad que os agrade. Así como tu comentario y valoración...
Que tengas una excelente noche...
Y que Dios te Bendiga
Gracias por leerme, gracias por leer: 

Por: Talyuno.

Crónicas de una Ciudad Ficticia.

       Ainne, visiblemente cansada, con los zapatos de tacón, guindando, en una mano y con la otra, apoyándose en el pulido pasamano de caoba, subía la escalera, mientras, por su cabeza rondaban intensos pensamientos sobre la fastuosa reunión que la hizo llegar a esa hora, casi al amanecer, a su casa… « Andrés es todo un caballero, ¡jamás había  bailado tango! ¿Por qué no le pedí que me acompañara? Que tonta soy… » —Mostrando una leve sonrisa en sus labios.
       Al entrar en la habitación, acostumbrada a la incandescente luz naranja del faro,  en la calle, enfrente de su ventana, no encendió la luz; se arrojó en la cama sin dudar hasta que una extraordinaria sensación se apoderó de su ser. Levantó la cabeza afinando la vista hacia la esquina más oscura de la habitación en donde divisó la silueta de una persona…
—  ¿Quién demonios eres tú y cómo carajos entraste aquí? —Gritó Ainne, aterrada, al mismo tiempo que dé un salto llegó hasta la entrada de la habitación, encendió la luz y trató de abrir la puerta, sin poder conseguirlo.
—No te asustes, no he venido a hacerte daño. —Dijo el extraño hombre, moviéndose hacia el otro extremo de la habitación, con sus manos levantadas.
—Aléjate de mí, aléjate, auxilio. —Continuó Ainne, gritando y golpeando la sólida puerta de madera, sin conseguir abrirla.
—Nadie puede escucharte. Cálmate. Deja que te explique ¿Si? ¡Por favor! No te asustes, no tienes nada que temer, ya te he dicho que no he venido a hacerte daño. —Insistió el extraño, sentándose en el borde de la cama.
— ¿Quién eres? ¿Qué quieres conmigo? —Preguntó Ainne, notablemente alterada.
— ¿Eres tú la viuda de James? —Preguntó el hombre—. Te he esperado toda la noche.
— ¡Ah! —Sorprendida— Sí, pero, ¿qué demonios significa esto? Acaso es una broma, llamaré a la policía, son las cinco y…
—Cuarenta y cinco minutos de la mañana. —Interrumpió el hombre— Lo sé, pronto sonará esa alarma, que suena cada día, indicándole a tu distraído cerebro que es hora de volver al mundo que considera real, a esa repetición diaria que llamas vida, y que en realidad disfrutas. Mientras, permaneces contenida en ese inadmisible frasco de excrementos al que llamas cuerpo, que te mantiene completamente alejada de tu verdadera realidad —dijo el extraño hombre, sorprendiéndola, aún más, para continuar—: Mi nombre es Rischi, nací el 24 de junio del año 1954 y para tu mundo, tu dimensión o como quieras llamarlo, morí el 09 de diciembre de 1977, después de permanecer dieciséis días en coma, tras sufrir un accidente neuronal por atragantarme una gran cantidad de anfetaminas. Ahora, debes escucharme… tenemos poco tiempo.  James, David Lang, Charles Ashmore y yo, junto a otras doce personas, si se les puede llamar así,  formamos parte de un grupo antiguamente conocido como la alianza, sé que nunca has oído hablar de ella, pero te aseguro que realmente existe, es real, y con la ayuda del “talismán de los Jos” podemos desplazarnos entre diferentes dimensiones,  planos o mundos, como quieras llamarlos. Para el ser que controla esas dimensiones, no es un secreto y tanto para él como para sus pretensiones somos una amenaza.
— ¡Estás loco!— Musitó Ainne, totalmente incrédula, golpeando nuevamente la puerta,  gritando por ayuda…
—Toma. —El hombre, arrojándole un pequeño objeto que sacó de uno de los bolsillos de su faja—. James me lo entregó antes de venir aquí, dijo que lo reconocerías…
            Ainne, —atrapando el objeto en el aire—  lo observó, pensando:
« Es el anillo de James, —completamente confundida— lo llevaba el día que desapareció, jamás se lo quitó, fue nuestro regalo de…»
— ¿De dónde lo sacaste? ¿Cómo lo obtuviste? Dime… —Visiblemente alterada,  acercándose y mostrando el objeto, al extraño hombre.
—Ya te lo he dicho, James me lo entregó, dijo que tú lo reconocerías… y veo que así es. —Insistió el extraño.
— ¿Quién eres?  ¿Dónde está James? —Preguntó Ainne, desafiante.
—James, es uno de nuestros líderes, por eso, él no está aquí ahora, básicamente solo soy un roedor y técnicamente mi trabajo es encontrar más “seres” como nosotros, que nos ayuden a estabilizar el equilibrio que alguna vez existió, pero, en tu caso es distinto...
— Eres un demente… —Insistió Ainee, girándose, dando la espalda al extraño.
            Momento en el que sonó la alarma del despertador, y por instinto, Ainne, volteó nuevamente, viendo al extraño hombre desaparecer ante sus ojos...

Gracias por leerme, gracias por leer:

Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Todos los hechos y personajes nombrados en este relato son mera ficción
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares, esta ciudad es Ficticia, la tuya es Real.
Dios te Bendiga.



¿Por qué la Paciencia?

    Por: Talyuno.
      Hace unos días, una lectora y amiga (Eva María Paz)  me dejó  un comentario en el blog, en donde especifica que escriba algo sobre la paciencia... en mi humilde opinión, os digo que:
       La paciencia, no es más que saber encontrar la Paz interior…  un Don infinito, que todos y cada uno de los seres humanos debemos ejercer y practicar. Con el único fin de ser realmente humildes y tolerantes tanto con las personas que nos rodean como con las situaciones que nos ocurren o pueden ocurrir en la vida. Entendiendo, claro está,  que si nos desenvolvemos en la vida con respeto, constancia, dedicación, pasión y, sobre todo, mucha humildad y tolerancia podremos alcanzar nuestras metas, sueños y propósitos más deseados. ¡Ah! y también, aunque parezca increíble, gozaremos de excelente salud y bienestar tanto física como emocionalmente.       
      Ahora, como es justo y necesario, para Eva María Paz y para ti que me estás leyendo (gracias por eso) les dedico y dejo por aquí, esperando sea de su agrado, esta pequeña historia que tuve la suerte de conocer. (En algún lugar, no recuerdo dónde, ni cuándo, ni por quién, ni de quien) Que trata sobre esta magnífica virtud que es la paciencia y aunque me gustaría plasmarla aquí, completa, tal cual; no puedo, ni debo. Por eso, esta es mi versión:

Crónicas de una Ciudad Ficticia.

     Gabo es un chico travieso y curioso del barrio más humilde de esta ciudad. Siempre se está metiendo en problemas. A la edad de nueve años, tras la muerte de su padre y siendo el mayor de cinco hermanos, decidió no asistir más a la escuela. Pasaba los días enteros en el muelle. Con la ayuda de una vieja carrucha de madera cargaba toda clase de maletas y equipajes a los viajeros y visitantes que llegaban al puerto. De esta manera ganaba unos cuantos simples (moneda oficial de esta Ciudad Ficticia) y  ayudaba a su madre con el sustento del hogar.
       Una calurosa mañana, en la que el sol quemaba la piel sin piedad, atracó en el muelle principal un enorme barco. El inmenso buque de vela Soyons Amis, proveniente de las costas de la razón, vino para ofrecer a las personas de estas tierras una particular propuesta: Enrolar en sus filas una pequeña de cantidad de jóvenes, de entre dieciocho y veinte años,  que aprenderían los oficios del arte de ser marinero y servirían de relevo a los viejos marineros que culminaron su tiempo de servicio a bordo del buque. La noticia se propagó inmediatamente, como pólvora, por toda la región. Atrayendo, en los días posteriores, enormes cantidades de jóvenes de todas partes y de todas las ciudades de este país, que querían tener la oportunidad de alistarse en la tripulación al servicio de esta magnífica nave.
     “Una gran oportunidad para los jóvenes lograr salir de este país artificial, sin futuro y sin desarrollo, dirigido por una bandada de aves de rapiña que por intereses y guerras personales, han dilapidado los ingresos y nobles tesoros de esta nación,  así como, los sueños, metas, propósitos y hasta la dignidad de todas y cada una de las personas que hoy lo habitamos; y de las generaciones futuras...”
       Gabo no se quedaba atrás en sus pretensiones por querer salir de este país, aun sin poseer grandes destrezas académicas, quería formar parte de la tripulación y de esa increíble oportunidad.  Al enterarse. Inmediatamente dejó todo lo que estaba haciendo y corrió, velozmente, por todas las calles del muelle y de la ciudad, hasta llegar a la angosta escalera que conduce a la humilde casa en donde vive. 

       Subiéndolas a toda prisa, entró a la vivienda y con un enorme grito sorprendió a su madre, que se encontraba planchando las ropas, ajenas, con las que gana el sustento. 
— ¡Mamá! Mamá, ha llegado un gran barco, viene de las costas de la razón y están buscando jóvenes para su tripulación. Mami, mami, por favor fírmame el permiso¿sí? ¿Sí? Mami, por favor, por favor. —dijo el joven, apurado, con la respiración entrecortada y casi sin aliento. Mientras unía sus manos implorando.
       Estas palabras retumbaron increíblemente en la mujer, como un millar de espinas clavándose en su corazón. Siempre supo que este día llegaría. Sus ojos se nublaron sin poder contener el llanto que le ocasionaba escuchar a su hijo que, ya con diecisiete años, le imploraba permiso para alejarse del hogar y enrumbarse a conocer el mundo. Tomándolo con fuerzas lo envolvió entre sus brazos y aproximó hasta su pecho para entre lágrimas y un desolador silencio permanecer inmóviles por un largo rato.
—Mamá, mamá, no llores…—El muchacho rompió el silencio y el gimoteo de la madre, al mismo tiempo que con sus brazos trataba de abrazarla para darle consuelo. Mientras ella continuaba aprisionándolo a su pecho—. No llores mamá por favor, esta es una gran oportunidad, si me aceptan seré un marinero con todo y un traje blanco; no llores mamá, por favor.
— ¡Ay! mi amor. Si no lloro de tristeza. Lloro de alegría. La alegría que me produces mi amor —Respondió la madre, entre lágrimas, notablemente afligida—. Siempre has sido muy independiente hijo. Ayudándome en la casa. Con tus hermanos. Ya es hora de que emprendas el  viaje hacia tu vida hijo. Hacia un futuro mejor, lejos de tu familia, lejos de este hermoso pero mal distribuido país. Quizás cuando regreses las cosas hayan cambiado ¡mi amor…! Si te voy a firmar el permiso. —confirmó la mujer entre llantos.


—Gracias mami, gracias. —Respondía Gabo, brincando y besando a su madre—. Ya verás, te escribiré cada semana…
— ¡Ay! Mi niño —Exclamó la mujer, visiblemente apenada. Al mismo instante que  sus ojos, ahogados en lágrimas, permitieron la salida de dos gotas, que rodaron alegremente por las mejillas hasta morir en sus labios, al mismo tiempo que pensaba—: « mi niño, si no sabes escribir »
—¡Si mamá!  —Como si escuchar el pensamiento de su madre, le hubiese sido posible—. Pediré a alguien que me las escriba, ya verás. Y te traeré un regalo de cada lugar que visite, de cada puerto al que vaya, para ti y para mis hermanos.
— ¡Ay mi amor…!
      Así permanecieron, abrazados por unos instantes.  Inmortalizando en sus mentes y en sus cuerpos,  los aromas, el sabor y el sentir de la despedida. [...♥]

       Con la autorización firmada por su madre. La alegría en los ojos y el corazón rebotando por la inmensa emoción.  Gabo, más rápido que un tren de levitación magnética, llegó nuevamente a las postrimerías del muelle, para aplicar su solicitud a incorporarse en la tripulación del buque.
        Después de esperar su turno, largo rato, en la fila. Al fin llegó al pequeño escritorio en donde un hombre, vestido con un impecable traje blanco y muchas insignias de colores en el pecho, le aguardaba.
—Tome asiento. —Dijo el hombre, con voz firme, señalando la silla enfrente de él.
—Gracias. —Respondía el joven Gabo, mientras se sentaba.
— ¿Tu nombre completo? —Dijo el hombre, sin mirarlo, tomando notas en un gran cuaderno.
—Gabriel Augusto Marcano Trillo, señor. —Rápidamente respondió, Gabo.
— ¿Qué edad tienes? —Preguntó el hombre, nuevamente, sin mirarle.
—Diecisiete años cumplidos, señor. —Respondió inmediatamente—. Y en un par  de meses cumpliré los dieciocho.
— ¿Sabes que debes tener un permiso firmado por tus padres?  —Indicó el hombre, al mismo tiempo que alzaba la vista hacia el joven.
— ¡Sí señor!Aquí esta. —Expresó el joven. Extendiendo la hoja de papel. El permiso firmado por su madre. 
—Falta la firma de tu padre…
—Mi padre falleció cuando era niño señor.  —Dijo el joven Gabo. Mostrando cierta incomodidad.
— ¿Qué grado de instrucción tienes? —Prosiguió el hombre. Bajando, nuevamente, la vista al cuaderno.
—Tercer grado del colegio señor.  —Dijo Gabo, un poco inseguro, al mismo tiempo que observaba al hombre remarcar, varias veces, una cruz en el cuaderno—.  Pero se muchos oficios señor, en el muelle trabajo como todero desde hace años, además, se pescar muy bien.
— ¿Todero? —Repitió el hombre, observando fijamente al muchacho, con una ceja levantada y llevándose una mano en el mentón.Claramente sorprendido.
— ¡Si señor! hago toda clase de cosas para ganarme el sustento diario, ayudar a mi madre y a las personas; desde cambiar un bombillo hasta cargar toda clase de equipajes y bultos.  Y además de pescar muy bien, también se algo de plomería y carpintería. —Respondió el joven Gabo tratando de convencer, y caer en gracia, al viejo marinero—. Momento en que el hombre, pensativo, observando fijamente preguntó:
— ¿Alguna vez has estado en un barco en alta mar?
—No señor, pero estoy seguro que puedo controlar el mareo que se siente en el barco. Y sé que puedo ser muy útil señor.
—Está bien muchacho.  Ven mañana, a primera hora, para que realices las pruebas que faltan. Ya quedará de parte tuya si en realidad quieres formar parte de la tripulación. —Dijo el hombre, para finalizar—. Que tengas buenas tardes.
     Gabo, en su pecho no podía contener la emoción por haber obtenido buena impresión en la entrevista. Hubo muchos jóvenes, antes que él, que no los citaron para la mañana siguiente…

       Con toda la calma y tranquilidad que ameritaba el momento. El joven muchacho, más que caminar flotaba por las calles del muelle. Con la mente puesta en el sueño de un futuro mejor y las grandes aventuras que le aguardaban. De camino a su casa, observaba y saludaba a todas las personas con una inmensa sonrisa, pintada de oreja a oreja, que a leguas mostraba su felicidad. Al llegar a su casa, muy emocionado, le contó a su madre y a sus hermanos, sobre cómo le había ido en la entrevista. 
         Al llegar la hora de dormir. Gabo no podía conciliar el sueño. La impaciencia realmente se había apoderado de su ser. Y por más agüitas aromáticas, que le había servido su madre, las ansias no lo abandonaron.
       Como prueba del destino, se presentó la mañana siguiente, totalmente cansado, agotado, por no haber descansado bien la noche anterior.  Y a pesar de la fatiga y el cansancio por él insomnio y el trasnocho. Gabo logró salir airoso en  las exigentes pruebas físicas, médicas y psicológicas que le practicaron. Quedando seleccionado entre los diez primeros, de entre los cientos, que participaron en la selección.
        Su sueño se había cumplido. La diosa fortuna había tocado a su puerta. La única y más grande oportunidad de su vida había llegado. Formar parte de la tripulación de un insigne y majestuoso navío, proveniente de las tierras de la verdad, de la realidad, de un mundo mejor, sin fronteras, sin distinciones de ningún tipo. Ahora, podría viajar por los mares. Conocer el mundo y los diferentes países, ciudades y culturas más allá de las fronteras de esta Ciudad Ficticia, en este País Artificial…
Capítulo II
Crónicas de una Ciudad Ficticia.
       Exactamente diez días después. Un reducido grupo de jóvenes, incluyendo a Gabo, se embarcaron en el inmenso buque de vela, oficialmente como miembros de la tripulación. Para en la madrugada siguiente zarpar con rumbo a ese vasto, misterioso, profundo y desconocido azul que representa el océano, algunas veces, tan claro que parece el cielo, otras veces tan verde que asemeja jardines, pero por las noches, tan negro y frío como una piedra de ónix. 
    El inmenso buque zarpó, como estaba previsto. En su interior el grupo de nuevos jóvenes tripulantes recibía las instrucciones y órdenes de los oficiales en cubierta, sobre cómo debía ser su desempeño y desenvolvimiento, al pertenecer a la tripulación del buque, a partir de ese día y para los días futuros… Mientras, el barco avanzaba sigilosamente, impulsado por el viento, con gran velocidad y destreza sobre las aguas. Dividiendo magistralmente al mar, enfrente de él,  con el filo de su quilla, una y otra vez, cada segundo mientras avanzaba.  Horas más tarde,  algunos de los jóvenes marineros, incluyendo a Gabo, habían comenzado a sentir las terribles sensaciones de vértigo, por el extremo movimiento del barco en el mar…

       Los días y las noches transcurrían sin cesar y muchos de los jóvenes marineros se adaptan, al barco, al sol y al mar. Los miembros de la tripulación trabajaban en sus tareas cotidianas… Gabo,  secándose el sudor que le bajaba por la frente y la nuca con un pequeño retazo de tela de algodón, que siempre  llevaba en uno de los bolsillos del pantalón, corría—literalmente— de un lado al otro del buque, tratando de cumplir las órdenes y exigencias de cada uno de los marineros superiores de la tripulación. —¡Imberbe! Lleva esto para tal sitio.Trae eso para acá muchacho. Limpia esto, o aquello. Ey pimpollo, ayúdame con esto.¡Oye! Mancebo recoge eso. Mozalbete, ven acá—.  Llevaban diez días en el mar. Mantenerse corriendo, ocupado, fue la fórmula que encontró Gabo,  para no sentir el vértigo que le producía el bamboleo de la nave; evitando marearse y terminar enfermo, vomitando, como le ocurrió los primeros días.
       Luego del almuerzo. La mayoría de los marineros de la tripulación, exceptuando los de guardia, aprovechaban estas horas para descansar, incluyendo al capitán de la nave. Quien concedía, al segundo oficial al mando, su lugar al frente del timón y se retiraba a su camarote. Gabo, cuando no estaba de guardia, durante ese par de horas subía al castillo de la popa (puente del timón)  para hacer compañía y charlar con el segundo capitán; aunque, lo que en realidad disfrutaba, era de la brisa fresca y la magnífica vista.
        Allí se encontraba, mirando el horizonte, cuando a lo lejos, a mitad del océano, arriba, el inmenso cielo había perdido su hermoso color y ahora era completamente negro, de babor a estribor, en toda dirección hasta donde le alcanzaba la vista; oscuro, con diminutos y luminosos relámpagos que de momentos iluminaban la negrura del horizonte, acompañados por estruendosos truenos que de verdad, estoy seguro, asustaron al más intrépido y experto marinero en la nave.
       El buque se aproximaba directo hacia una gran tormenta. Sonaron las alarmas. El capitán principal volvió al puesto de mando, tomó el timón. Al mismo tiempo que algunos miembros de la tripulación luchaban por poner a resguardo los enseres y provisiones de la cubierta. En pocos instantes los fríos, rápidos y fuertes vientos comenzaron a golpear las velas. Momento en que los más ágiles miembros de la tripulación subieron arduamente los mástiles, para tratar de asegurarlas. Mientras, otros luchaban fielmente por sujetar las amarras y los baluartes de la embarcación. Durante todo este lapso. Gabo, aun en el castillo de popa, completamente abstraído, hipnotizado y asustado quizás, observaba las increíbles y gigantescas olas que se aproximaban y que superaban hasta tres veces el tamaño del barco. Pensando « Vamos a morir. »

        Las inmensas olas golpearon la nave. Alzándola y agitándola en diferentes direcciones. Primero en la la proa, después a la popa, luego a babor y por último a estribor. Todos estos salvajes golpes y movimientos en fracciones de segundos. Mientras, al mismo tiempo, sobre el castillo de la popa, el capitán se aferraba con todas sus fuerzas al timón de la nave, tratando de mantenerlo estable ante las constantes embestidas del mar y los fuertes vientos, que le obligaban a saltar, de un lado al otro, dificultando enormemente el control y la estabilidad de la nave.

       Cuando las gotas de lluvia comenzaron a caer. La tripulación, que luchaba contra el agua que entraba en la cubierta, pudo sentirlas como el ataque de un inmenso enjambre de abejas africanas. Gabo,  en ese entonces ya había perdido la cordura, la paz y la paciencia sobre la situación. Corría, tropezando, cayendo de un lado a otro en cubierta, aterrorizado y aterrorizando a los demás miembros de la tripulación. Invadido por el pensamiento de que morirían. El capitán del barco, al notar el descontrol que tenía el joven muchacho, inmediatamente ordenó a su segundo oficial que lo atara con una cuerda y lo arrojaran por la borda, llevándolo remolcado así, por largo rato.
        Estando abajo, atado, tragando agua del mar y de la lluvia. Gabo, seguía sin encontrar la paz, el control y la calma que lo caracterizó durante las etapas anteriores de su vida. Y continuaba con los gritos y el lenguaje soez.  Ahora, con más y mayor brío, al percatarse de la presencia de un grupo de tiburones que lo asediaba. 


     Luego de un largo rato. Mientras el capitán luchaba, contra la tormenta, el mar y las olas, por hacerse cargo del control de la nave. Ordenó  subir nuevamente al joven, visiblemente más calmado, y que le desataran. Gabo inmediatamente al estar arriba, desatado, corrió hacia un rincón de la cubierta, en donde se acurrucó sin emitir una sola palabra más durante la tormenta y hasta que esta no hubo pasado.

     A partir de ese día. Gabo aprendió y entendió ¿cómo?  ¿Para qué? Y ¿por qué? debe mantener siempre la calma y no perder la Paciencia...

***

Porque la vida da muchas vueltas y uno nunca sabe lo bien que esta, hasta que se ve peor, a veces podemos estar arriba y otras veces, podemos estar abajo. Pero siempre hay que tener paciencia…  porque…
Todo pasa y todo llega, “para quien sabe esperar.”
 ¡Ah!  Y otra cosa, siempre, hay que fijarse bien de quienes están abajo, cuando se está arriba y quienes están arriba, cuando se está abajo... Por si acaso...
¡Saludos!
Gracias por leerme, gracias por leer:

Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Todos los hechos y personajes nombrados en este relato son mera ficción.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Cuídate y cuida de tus amig@s y familiares, esta ciudad es Ficticia, la tuya es Real.
Dios te Bendiga.










Jamás los llamaré error.

      Por: Talyuno.                 

 Amarte mas no pude.      



Hurgando entre los escombros 
de mi maltratado corazón,
encontré una imagen tuya, 
que me recordó quien soy.
Porque fuiste en mi vida
el más entrañable amor.
dejaste tú huella prendida
en mi pobre corazón.

Aquel día que te alejaste,
sin pronunciar un adiós,
huyendo entre los ardores 
que  ocasionaba el dolor.
La vida da muchas vueltas
y aquí te encuentro de nuevo hoy,
agradecida y contenta en la vida,
sin olvidar lo que sucedió.

En cien estaciones busqué tu cara,
tu perfume y tu perdón
y esa sonrisa que un día
me iluminó sin razón. 
¡No se ofusque amiga mía! 
no quiero ofender a Dios,                  
tampoco procuro ofrendas
que menoscaben tu amor.

Respeto a tu compañero 
¡que pude haber sido yo!
comprendo bien su alegría 
y que juntos estén los dos.
El tiempo no cura nada, 
cuando la cicatriz es del corazón
y el alma vaga perdida,
sin encontrar una ocupación.

¡Alégrate en esta y en tu otra vida!
el destino mostró mi error.
Perdiendo también se gana 
¡Aunque ganar es mejor!          
El motivo de mi venida, 
es que estés cada vez mejor
y volver a mirar el brillo,
que alguna vez me cegó.                                                                    

Camina con  alegría, 
hoy gozas de admiración.                                      
No te arrepientas de nada 
y menos de lo que pasó.
Conmigo aprendiste a amar, 
sin mí, a ser cada vez mejor.
Fui lo bueno y malo en tu vida
lo digo con devoción.

Ahora ¿qué de mi te escondas? 
debe haber una explicación...        
¡No hay mañanas sin días, 
ni atardeceres sin sol!
¡Alégrate amiga mía! 
esta es otra situación,
Las aves vuelan más alto 
y he recordado quién soy.

Encontrémonos con la vida,
el momento de olvidar llegó.
Si fue un daño muy grande,  
más grave me la llevé yo,
y si alguien ha sufrido por eso, 
le juro no has sido vos.
Recuerde esos días bonitos 
que alguna vez vivimos los dos.

Entre la inocencia de  la vida
y un hermoso resplandor,
Aquella tarde en mi casa, 
recuerdo te prometí amor.
Y en lo que a mí respecta,
 a esa promesa, a aquel  día: 
Jamás los llamaré error.”



Gracias por leerme.       
Gracias por leer

Crónicas de una Ciudad Ficticia.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Que Dios te Bendiga.
Cuida de tus amig@s y familiares.
Mi Ciudad es Ficticia, la tuya es real…